miércoles, 1 de febrero de 2023

La Gran Colombia 1821 - 1830

 


Nace la Gran Colombia


La creación de una república conformada por Venezuela, Nueva Granada y Quito significa la cristalización de los principios integracionistas de Simón Bolívar. Es el resultado de un proyecto de integración política tendiente a procurar aliados y obtener auxilios para la derrota definitiva del poder español.

La República de Colombia, conocida como la Gran Colombia, es creada por Ley de 27 de diciembre de 1819 dictada en Angostura. El ordenamiento jurídico se encomienda a un Congreso Constituyente, que se instala en la villa del Rosario de Cúcuta el 6 de mayo de 1821. Concurren 57 diputados de Venezuela y Nueva Granada, entre los que destacan Félix Restrepo, Fernando Peñalver, Pedro Gual, Vicente Agüero, José Manuel Restrepo y Ramón Ignacio Méndez.

Mientras en Venezuela se desarrolla la campaña de Carabobo, en medio de encontrados debates acerca del sistema de gobierno el Congreso discute la Constitución. Al fin se impone la forma centralista preconizada por Bolívar y Antonio Nariño.

La Carta Magna, que se promulga el 30 de agosto, es adversada por los diversos sectores sociales: esclavistas y esclavos, pardos, militares y clero. Bolívar expresa su desacuerdo con los legisladores de Cúcuta.

En la primera Constitución de Colombia se consideran colombianos los nacidos en el territorio y sus hijos; los que estaban radicados en él al tiempo de la revolución si permanecen fieles a la independencia, y los extranjeros que adquieran carta de naturalización. El ejercicio del gobierno de carácter popular y representativo corresponde a los tres poderes clásicos. El Ejecutivo reside en un presidente y un vicepresidente, elegidos por las asambleas de provincia para un período de cuatro años. El gobierno cuenta con un Consejo, compuesto del vicepresidente y los secretarios del Despacho.

El Legislativo está compuesto por un Congreso integrado por la Cámara de Representantes y la de Senadores. El judicial reside en una Alta Corte, Cortes Superiores y Tribunales subalternos.

Se legisla sobre la organización interna de la república. Se designan intendentes para los departamentos y gobernadores para las provincias. Se establecen las garantías individuales conforme al modelo francés.

En su último artículo la Constitución establece que no podía ser reformada sino al cabo de diez años. Este artículo no llegó a cumplirse: en 1828, ante la crítica situación de Colombia, se reúne la Convención de Ocaña para reformarla. De igual modo, debido a las circunstancias que atraviesa la república, las atribuciones del Ejecutivo tienen escasa práctica. Bolívar disiente de la concepción del Ejecutivo y al respecto expresa: “El Ejecutivo de Colombia […] viene a ser un brazo débil del poder supremo, de que no participa en la totalidad que le corresponde, porque el Congreso se injiere en sus funciones naturales sobre lo administrativo, judicial, eclesiástico y militar”.

En opinión del historiador José Gil Fortoul, “la historia de la Constitución de Cúcuta será la historia de las violaciones”. Ella marcará el inicio de la crisis política que culminará con una exacerbación del “sentir” nacionalista de los venezolanos y conducirá a la desintegración de la Gran Colombia.


Se desmoronan las ilusiones


De acuerdo con la disposición del Congreso de Tunja, la Convención para reformar la Constitución de Cúcuta se reúne en Ocaña el 9 de abril de 1828. Asisten 67 representantes. Desde el comienzo, en la Asamblea se manifiestan dos tendencias políticas que identifican a los seguidores de Bolívar y los de Santander. Los venezolanos portan la bandera separatista, y por ende son aliados del grupo santanderista que apoya la federación. Consecuente con su pensar centralista, Bolívar escribe a Páez: “... la división es la ruina misma y la federación el sepulcro de Colombia”.

El 17 de abril se lee el Mensaje del Libertador, quien espera en Bucaramanga los resultados. El documento es una acerba crítica a la Constitución y las leyes de Colombia por sus deplorables efectos en el devenir de la nación. Concluye con la petición de “leyes inexorables”.

Se agudizan las diferencias entre los asambleístas y Santander replica reiterando su posición federalista, “único recurso para salvar las libertades nacionales”, afirmación que para el partido de Bolívar revelaba sus aspiraciones a sustituirlo en el poder supremo. Momento a momento las desavenencias se hacen más evidentes.

Los asuntos cruciales atañen al plan de confederación propuesto por Vicente Agüero en oposición al proyecto centralista avalado por José María Castillo y Rada. Del mismo modo se cuestiona la autoridad de Bolívar; la incertidumbre y el desaliento se generalizan. Por lógica, uno de los más afectados es el Libertador, quien le expresa a Pedro Briceño Méndez: “Desde el movimiento de Valencia, yo vi este país perdido y cada día lo veo acercarse al precipicio último”.

Tras el retiro de los bolivarianos, la Convención se disuelve. Este fracaso y la aguda crisis política tienen un peso determinante en el ánimo de Bolívar, quien en el declive de su vida acepta el poder dictatorial, apoyándose en el ejército de alto rango y en el clero, en medio de la exacerbación de sus contrarios. Un decreto del 27 de agosto reorganiza el Estado, a la cabeza del mismo el Presidente-Libertador y un Consejo que debía cuidar de la preservación de los derechos civiles.

El 25 de septiembre del mismo año Bolívar es víctima de un atentado, fraguado por militares descontentos, antibolivarianos y adversarios del poder dictatorial. Manuela Sáenz, “la libertadora de Libertador”, desempeña un papel estelar en el resguardo de la vida del héroe máximo. De sus resultas 14 conjurados sufren la pena de muerte. A Santander, por su ambigua conducta en el suceso, se le destierra al igual que a Pedro Carujo.


Se desintegra el sueño bolivariano


Casi veinte años, esfuerzos, vidas y fortunas consumidos en la liberación de los pueblos americanos parecen no ser suficientes para alcanzar la estabilidad e institucionalizar sus estructuras republicanas.

En Bolivia la reacción se expresa en motines y atentados contra los colombianos, incluyendo a Sucre, su primer presidente, quien solo desea retirarse a Quito y dedicarse a su esposa doña Mariana Carcelén y a su hija. Con él salen del sur los últimos soldados colombianos.

En Perú el descontento de quienes no quieren separarse de España logra resentir la liberación lograda por el ejército colombiano. Desconocen la autoridad de Bolívar y expulsan a Manuela Sáenz. Orientan planes para anexar a Bolivia, constituida por dos provincias del virreinato. Estas acciones son derrotadas por Sucre en Tarqui. El prodigio de mantener a Ecuador fiel a la unión colombiana es un logro de su presidente, el venezolano Juan José Flores.

Venezuela y Nueva Granada pugnan por disolver la entidad denominada Colombia. Conspiraciones encabezadas por sus beneméritos militares y clases dominantes: Páez en el departamento de Venezuela y Francisco de Paula Santander en el de Nueva Granada. El clima de enfrentamiento en Bogotá llega al extremo de intentar el magnicidio. Para ese entonces, Bolívar, mediante ágil metáfora, describe la situación “Estamos como por milagro sobre un punto de equilibrio casual, como cuando dos olas enfurecidas se encuentran en un punto dado y se mantienen tranquilas una en otra y en una calma que parece verdadera aunque instantánea”.

Los poderes regionales apenas sosegados por el triunfo sobre las armas españolas, reclaman con fuerza sus identidades, liderados por los caudillos emergentes y triunfantes. Con toda razón, en este momento de aparente calma, Bolívar dice, “temo más a la paz que a la guerra”. Militares licenciados de los ejércitos exigen el pago de sus haberes y sueldos, pero el tesoro público se encuentra exhausto y desarticulado. La nación no puede atender las demandas de los “beneméritos de la independencia [que] reclaman las reivindicaciones de sus lanzas”.





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