miércoles, 21 de abril de 2021

Venezuela federal 1858 - 1870


El cuero comienza a secarse

Hasta el momento en que comienza la Guerra Federal, el proceso político venezolano, a pesar de su intensidad, no ha logrado hacer que la república se reconozca en sus leyes e instituciones. El sistema centro-federal es falseado y en lugar de consolidarse, pierde vigencia paulatinamente. Las ordenanzas de policía son inoperantes para recomponer el equilibrio social; la subordinación a la convivencia pacífica se ha relajado. La anarquía asoma por todas partes, mientras los motines y alzamientos permiten muchas impunidades. En los llanos, los peones cambian el trabajo por el abigeato –robo de ganado– y los jueces no proceden al castigo por temor a las represalias o porque están en connivencia con los ladrones. Partidas de salteadores cruzan el país en todas las direcciones, y asaltan viajeros en los caminos, los hatos y hasta en los pueblos.

En este clima de inestabilidad, una baja en los precios de los productos de exportación incide en las ganancias de los productores, lo que a su vez afecta las importaciones y disminuye las rentas aduanales que son, para el momento, la base de los recursos fiscales. La ejecución de hipotecas y el remate de bienes alimenta dramas y tragedias familiares.

El gobierno de la “Fusión”, en manos de un grupo de liberales y conservadores con Julián Castro a la cabeza, considera que la crisis puede resolverse con la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Esta se convoca y redacta, en 1858, una constitución que gusta solo a sus redactores.

El único motivo que une a la clase política es el derrocamiento de los Monagas. Pronto los liberales vuelven a su objetivo esencial: tomar el poder. Para ello comienzan a conspirar contra el Gobierno y buscan apoyo en las escuadras de Francia y Gran Bretaña, que bloquean La Guaira y Puerto Cabello como secuela del Protocolo Urrutia, que le daba protección diplomática a la familia Monagas. Descubiertos sus manejos, son expulsados del país Juan Crisóstomo Falcón –promotor de la federación desde las Antillas–, Ezequiel Zamora, Antonio Leocadio Guzmán y, más tarde, Napoleón Sebastián Arteaga, Rafael Urdaneta hijo y Antonio Guzmán Blanco.

Falcón, desterrado en Curazao, se traslada a Saint Thomas. Allí presencia los homenajes que se rinden a Páez a su vuelta a Venezuela por invitación de los conservadores en el gobierno.


Motivos federales

La guerra ya es un hecho. Tras la ocupación de Coro el 20 de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría expone los motivos que conducen a declarar la guerra contra el Gobierno y luchar por “la santa causa de la federación”. Los motivos del alzamiento, según lo expone en su proclama, son de carácter político: la Revolución de marzo ha sido falseada y solo ha servido para entronizar en el poder a una minoría; asimismo, ha desatado persecuciones y proscripciones indefinidas.

Las elecciones para la Convención de Valencia han sido un escarnio y el resultado de la asamblea es una nueva constitución centralista.

El primer acto de la revolución fue apoderarse de las armas de Coro en ausencia del gobernador. La fórmula del mejor gobierno, dice Salaverría, es la organización de Venezuela en República Federal.

El 22 de febrero llega Zamora y se encarga del mando, organiza el ejército y el 7 de marzo de 1859 emite una proclama dirigida a este y a la Armada. Federación y paz es la consigna contra el gobierno de Julián Castro.

Juan Crisóstomo Falcón, refugiado en Saint Thomas desde el fracaso del movimiento de La Galipanada en diciembre de 1858, es invitado a unirse a la revolución. Al pisar el territorio venezolano lanza su proclama en Palma Sola, el 2 de julio de 1859. Allí confiesa sus propósitos de reivindicar el derecho de las mayorías a elaborar sus propias leyes y denuncia el empeño de los gobernantes en usurparle la soberanía al pueblo como causa de la guerra. Recuerda al heroico ejército federal y rinde homenaje a Zamora. Piensa complementar la fuerza material de la revolución con su autoridad moral.

Juan Antonio Sotillo invade por Oriente, mientras otros se sublevan en distintas poblaciones.

El Gobierno no había medido la magnitud de la insurrección hasta que las operaciones de Barinas revelan “una profunda y temible verdad; que la guerra es duradera”.



Centralismo: "causa del mal"

En 1860 Venezuela es un país segmentado entre los federalistas, con su amplio movimiento insurreccional, y los centralistas, con su reducido marco de acción política. La anarquía parece incontrolable y la paz un sueño.

En este contexto asume la presidencia Manuel Felipe Tovar, quien durante la gestión provisional de Julián Castro ha ejercido tanto la vicepresidencia interina como la presidencia –en calidad de encargado–, en dos oportunidades. Tovar representa la tendencia civilista y estima que solo un gobernante de esta condición es capaz de equilibrar las fuerzas desintegradoras que minan a Venezuela.

En el breve gobierno conservador de Tovar se legisla sobre economía: bancos, empréstitos, crédito público e importaciones de alimentos. Sin embargo, estas medidas repercuten escasamente en la ansiada estabilidad política. Los conservadores se fraccionan en dos grupos: los constitucionalistas adeptos a Tovar y los dictatoriales partidarios de Páez, y liderados por Pedro José Rojas. La prensa contribuye a la confusión de aquellos días. La presión de las agudas críticas que el paecismo hace al régimen y la conspiración militar en ciernes, llevan a Tovar a renunciar el 18 de mayo de 1861. Lo sustituye el vicepresidente Pedro Gual. Los tres meses del gobierno de Gual transcurren en medio de una creciente inestabilidad política. Con miras a mejorar la situación, nombra a Páez jefe del ejército y así le facilita el acceso al poder. En el forcejeo por el mando, en septiembre de 1861 el coronel José Echezuría destituye y apresa a Gual y proclama la dictadura de Páez. La consigna divulgada por El Independiente, periódico de Pedro José Rojas, es determinante: “Quintero es la guerra, Páez es la paz”, en claro rechazo al posible ejercicio del poder por Ángel Quintero.

El 5 de septiembre Páez entra en Caracas y el 10 es nombrado jefe supremo civil y militar de la república. Se instaura la dictadura. Con particular empeño se dedica a negociar la paz con los federales, aunque los primeros avances en tal sentido fracasan. Para entonces estos han ganado terreno y seguidores, incluso entre las tropas gubernamentales. Varios caudillos aparecen en escena; algunos con gran ascendiente regional, como José Tadeo Monagas. El control de la dictadura se limita a la quinta parte del país.

En abril de 1863 el ejército federal del centro, comandado por Guzmán Blanco, se acerca a Caracas; el término de la guerra es perentorio y Páez se apresta a lograrlo.

 

Santos principios


Al comenzar la revolución en Coro, en 1859, Zamora se encarga de nombrar un gobierno general de la federación compuesto por cinco miembros. La jurisdicción del “nuevo” estado comprende las provincias de Portuguesa, Barinas y Apure. En la primera, Zamora ha mantenido un liderazgo desde la década anterior como funcionario del gobierno de José Tadeo Monagas.

En el puro estilo federal, esta nueva entidad se constituye como estado políticamente independiente y se asume como una de las unidades políticas de Venezuela. Defiende su independencia administrativa y respeta la integridad de la nación federal. Asume el Poder Ejecutivo mientras las elecciones designan a los poderes públicos. Sus atribuciones son: 1) Relaciones Exteriores, 2) Ejército y Armada, 3) Crédito Público, 4) Aduanas, 5) Pesos y Ley de la Moneda, 6) Pabellón y Escudo, 7) Servicio de Correos, y 8) Patronato Eclesiástico. Se convocará una asamblea que dicte la Constitución.

Los principios o garantías que rigen el Estado son: abolición de la pena de muerte; libertad de prensa, de tránsito, de asociación, de representación e industria; prohibición de la esclavitud; inviolabilidad del domicilio, la correspondencia y la propiedad; derecho a la asistencia pública, libertad, igualdad y seguridad.

Aunque más estable que en oriente, el estado de occidente durante cinco años solo conoce la zozobra. Coro, donde surgió el movimiento revolucionario, es retomada por las tropas del Gobierno central y recuperada una vez más por los federales. Barinas, Guanare y San Carlos casi “desaparecen bajo las llamas”. Vuelven a repetirse las escenas emigratorias de la población. Pero de las cenizas de los pueblos surgen los agasajos para los ejércitos triunfantes: repiques de campanas, comilonas y parrandas les dan la bienvenida.


¡Vienen los federales!


La Guerra Federal, guerra larga o “guerra brava” se libra en gran parte del país. Al grito de ¡Viva la Federación! ¡Abajo el gobierno!, los estallidos insurreccionales se suceden sin tregua a mediados de 1858. En respuesta a los agravios que han sufrido, en los valles de Aragua se alzan en armas Zoilo Medrano y Jesús González, “El Agachao”; luego Salaverría en Coro. Lo que sigue es la aparición de una diversidad de caudillos locales, quienes con sus ejércitos particulares se levantan contra el gobierno.

En la provincia de Barcelona, los hijos de Juan Antonio Sotillo recorren las poblaciones de Santa Rosa, Santa Ana, San Joaquín y Chamariapa proclamando la Federación. El coronel José Eusebio Acosta es el jefe principal de los federales en las provincias de Cumaná y Maturín; en oriente actúa también Julio Monagas.

Las provincias de Barinas, Apure, Coro y Portuguesa son los reductos más importantes; Pedro Manuel Rojas acciona en la primera y Ezequiel Zamora, a quien el Concejo Municipal de Barinas otorga el título de “Valiente Ciudadano”, ocupa la plaza militar. La causa federal irradia a Guanare, Guanarito, Araure y pueblos circunvecinos, donde operan pequeños caudillos; a uno de ellos, Martín Espinoza, Zamora lo hace fusilar por sus crímenes. Barquisimeto, “la llave de occidente”, es ocupada por Falcón.

A su paso por pueblos y ciudades, el ejército federal va engrosando sus filas con campesinos arruinados, libertos, bandoleros y desertores de las tropas del gobierno.

En esta etapa se libran dos grandes encuentros entre federales y constitucionales. En diciembre de 1859, en la batalla de Santa Inés, triunfan los federales; el gobierno pierde más de 800 hombres; muchos de los que se retiran a Barinas perecen en el incendio de los pastos ordenado por Zamora. El 10 de enero de 1860 Ezequiel Zamora –el más popular de los caudillos federales–, es herido mortalmente en el ataque a San Carlos. Falcón continúa el asedio hasta la rendición de la ciudad.

Una nueva concentración de federales ocurre en El Tinaco.

Las fuerzas de Juan Antonio Sotillo y Julio Monagas se suman a las de Falcón. Entre varias estrategias se impone trasladar la campaña a los llanos de Guárico. Del otro lado, el ejército del Gobierno, comandado por León de Febres Cordero, avanza resuelto a enfrentar a los federales. El 17 de febrero, en la sabana de Coplé, estos son derrotados.

Las victorias pírricas de ambos ejércitos inciden en la prolongación de la guerra.


Tratado de Coche: fin de la guerra

En 1863 se enrumban las negociaciones de paz entre la dictadura y los federales, aunque las hostilidades prosiguen en distintas zonas del país. Desde el punto de vista formal, la Guerra Federal concluye el 24 de abril con la firma de un convenimiento entre Guzmán Blanco en nombre de Falcón, jefe del ejército federal, y Pedro José de Rojas, delegado de Páez. El acuerdo es conocido como Convenio o Tratado de Coche por el nombre de la hacienda próxima a Caracas donde se suscribió.

Las condiciones del acuerdo comprenden el reconocimiento de Páez como jefe supremo de la República, la convocatoria de una Asamblea Nacional equilibrada, una mitad de sus miembros elegida por el gobierno y la otra por el general Falcón, y el cese de las hostilidades.

Las objeciones al Convenio no se hicieron esperar. Luego de varios ajustes, el 22 de mayo es ratificado en Caracas por los referidos firmantes. La significación del documento radica en el reconocimiento del triunfo de la federación y en el final de una destructiva contienda civil de grandes proporciones.

Conforme a lo previsto, Páez convoca a la Asamblea, decreta la amnistía general, nombra a Falcón presidente provisional y a Guzmán Blanco vicepresidente. El nuevo mandatario llega a Caracas el 24 de julio; la multitud delira ante sus palabras: “Los elogios que se me prodigan se deben sólo al pueblo. De él son los sacrificios; de él son las virtudes: a él sólo pertenece la gloria. Sólo el pueblo es soberano: ¡Viva la Federación!”

Para dar cumplimiento a los principios doctrinarios anunciados por la federación, el 18 de agosto dicta el Decreto de Garantías, marco legal de una sociedad liberal democrática. El decreto consagra el derecho a la vida, a la libertad, propiedad, igualdad ante la ley, seguridad individual, inviolabilidad del hogar y de la correspondencia, así como libre expresión del pensamiento. Por tanto, se suprime la figura del delito en materia de imprenta, y se eliminan la pena de muerte, el confinamiento y el destierro. Se reconoce el derecho al sufragio para hombres mayores de 18 años y el de asociación pacífica. Todo esclavo que pise el territorio nacional será libre. El funcionario que incumpla el decreto será tratado como “traidor de la patria”.



El Estado liberal

En agosto de 1863, Juan Crisóstomo Falcón, en calidad de presidente provisional, convoca a elecciones para una asamblea constituyente que se reúne por primera vez el 10 de diciembre y cesa en sus funciones en abril del año siguiente, entregando la Constitución federal de 1864. En ella se expresan los principios proclamados por los ideólogos de la revolución en el programa de Saint Thomas de 1858, las bases programáticas del gobierno del estado de Coro de 1859 y el decreto de garantías de 1863.

Como cimiento del Estado liberal, esta Carta Magna intentó solucionar problemas que la independencia había relegado. Al ampliar la esfera de la libertad, se atenuaron las luchas que se suscitaban por este derecho fundamental. Asimismo, ratifica la libertad personal, la abolición de la esclavitud, el respeto por la libertad ajena, la libertad de tránsito, de industria, de pensamiento, de reunión y la seguridad individual.

A medida que se otorga mayor participación política a los ciudadanos y a los estados, la Constitución resuelve muchos problemas que inciden negativamente en la consolidación de las instituciones.

Se garantiza la igualdad de derechos ante la ley; a elegir y ser elegido, con las excepciones que establece la propia Constitución, y se consagra la enseñanza primaria gratuita y obligatoria.

La nación se denomina Estados Unidos de Venezuela y está formada por 20 estados que representan las provincias históricas junto con las creadas después de la independencia. Los estados reproducen el mismo régimen de gobierno de la Unión, es decir, popular, electivo, federal, representativo, alternativo y responsable.

El artículo 13, ordinal 17, de la Constitución establece el equilibrio entre los estados por medio del situado constitucional, ya que “se reserva de las rentas nacionales a los estados que no tienen minas en explotación, la suma anual de veinte mil pesos”.



Caudillos y conspiraciones


El 18 de marzo de 1865 el Congreso proclama a Falcón presidente constitucional de la República. Es electo en el marco de la democrática Constitución federal de 1864. Como designados se nombra a José Desiderio Trías y Antonio Guzmán Blanco. Al empobrecimiento general y a la caótica situación económica, se suma la desarticulación del país, cuadro que no es fácil de solucionar en un período presidencial. Para aumentar las dificultades, la misma Constitución introduce un ingrediente disociador: la facultad de los estados para reunirse –dos o más– y formar uno solo o separarse cuando lo consideren conveniente.

Los legisladores no tomaron en cuenta que el nuevo caudillaje se negaría a perder sus poderes territoriales, lo que causó muchos enfrentamientos e hizo inoperantes los objetivos de la norma constitucional. No obstante, los 20.000 pesos por situado constitucional apaciguaron las ambiciones de los caudillos.

La administración de Falcón batalla con una continua crisis político-constitucional, que muchas veces se expresa en forma bélica. En 1863 el mismo presidente sale a combatir. En Zulia dos caudillos regionales, los generales Venancio Pulgar y Jorge Sutherland, se disputan el poder. En Guayana, Juan Bautista Dalla-Costa da muestras de autonomía administrativa. José Eusebio Acosta invade Maturín y lo anexa a Cumaná. El gobierno de Margarita establece derechos de importación. Los estados Zamora (Barinas) y Portuguesa tienen problemas de integración.

En la práctica, la institucionalización del proyecto de Estado liberal no tiene dirección alguna. El presidente solo permanece esporádicamente en Caracas, la sede del Gobierno, y durante veinte meses viaja a Churuguara y otros pueblos de su estado natal, dejando el poder en manos de delegados. Este vacío pronto encontrará quien lo ocupe. Se conspira por todas partes.

Entre todos los que asedian el poder, el incansable José Tadeo Monagas, de 83 años, reúne a la mayoría de los descontentos y el 25 de junio de 1868 planta en la plaza Mayor de Caracas la bandera azul del liberalismo disidente. La muerte del paladín oriental, el 18 de noviembre, desconcierta al militarismo y divide a los herederos de la hegemonía, Domingo, José Ruperto y José Gregorito. En medio de esta anarquía, el 14 de febrero de 1870 Antonio Guzmán Blanco desembarca por Coro.


Más generales que soldados

El viajero alemán Friedrich Gerstäcker, quien visitó Venezuela en 1868, comenta en su diario uno de los males que le parece haber encontrado en el país: “el actual gobierno, ha producido en cuanto a sanguijuelas, el máximo de los que hasta ahora se conoce, porque el presidente Falcón creó [...] para un ejército de apenas cuatro mil hombres, dos mil (repito, dos mil) generales, los cuales percibían, al menos nominalmente, un cierto sueldo y ocupaban el rango que les correspondía en la sociedad, aunque se tratase generalmente de populacho grosero.”


La federación del caos

La Guerra Federal acelera el proceso de desquiciamiento de la economía del país, resultado de malas administraciones y prácticas nocivas. En las regiones donde se desarrolla la guerra la base agropecuaria se debilita, ya que las cosechas se pierden por falta de brazos y por la quema de los cultivos. La cría experimenta una baja significativa; muchos combates se llevan a cabo en las zonas de actividad pecuaria, lo que supone el sacrificio del ganado para el sostenimiento de los ejércitos y la acción de los cuatreros.

En contraste, en las regiones que se libraron de la guerra prosiguen sin tropiezo las actividades. En los Andes el cultivo del café se extiende y en Guayana el alza de los precios del algodón provocada por la Guerra de Secesión de Estados Unidos, incide en el fomento de su cultivo.

Se agrava la falta de circulante para atender los gastos de guerra y de la administración pública. En 1867 el secretario de Hacienda, Lucio Pulido, renuncia por falta de pago; al siguiente año el Congreso se disuelve por la misma razón. El pago de la deuda y la puesta en marcha de planes diversos se suspenden o retardan. Para aliviar la situación financiera, el Gobierno recurre a los empréstitos, garantizados con los derechos de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello. Los recursos obtenidos con el endeudamiento se reducen por el pago de comisiones, cuotas de amortizaciones o por la especulación de algunos negociadores como Guzmán Blanco.

La práctica de recompensar a los partidarios y amigos es común a federales y centrales. Falcón recibe 100.000 pesos como indemnización por las pérdidas sufridas durante la guerra y otros jefes reciben cantidades proporcionales. En cambio, las tropas obtienen papeletas firmadas por sus jefes para el reclamo de sus sueldos y haberes militares.

El incendio de viviendas y la destrucción de poblaciones, como Barinas y Guanare, son motivo de ruina que modifican el paisaje rural y urbano. Los saqueos, las invasiones de haciendas y las expropiaciones de establecimientos agrarios introducen cambios en la propiedad territorial. Los campesinos se incorporan a las tropas y el desarraigo de sus lugares de origen o trabajo produce el abandono de las faenas agrícolas como medio de subsistencia.

Por incumplimiento del programa liberal de eliminación del latifundio, estos hombres pasan a engrosar, junto con los libertos, grupos de peones mal pagados, desocupados y ociosos, dedicados al pillaje, el desorden y vicios como la embriaguez y el juego. La población activa sufre las cargas impositivas de gobiernos abrumados por el pago de las deudas.

El país experimenta alteraciones demográficas por la pérdida de vidas y los desplazamientos llaneros hacia la zona andina y el exilio.



Más allá de la guerra

A pesar de la guerra, la sociedad venezolana de la época tuvo espacio para otro tipo de manifestaciones.

La entrada a los pueblos de los ejércitos o de los personajes ilustres son motivos suficientes para las veladas patrióticas, donde los infaltables poetas muestran su inspiración honrando a los triunfadores.

El año 1858, dice Osvaldo Larrazábal, “debe ser considerado como el que por razones históricas y, naturalmente cronológicas, marca el inicio –rudimentario si se quiere– de una narrativa consustanciada con la realidad venezolana”.

En 1857 José Heriberto García de Quevedo viene a Venezuela como representante diplomático de España y publica su novela Dos duelos a diez y ocho años de distancia; Guillermo Michelena publica en 1858 Garrastazú; Eduardo Blanco en la novela Vanitas vanitatum, ubicada en la Caracas de la Guerra Federal, describe cómo la población se entrega a diversiones y goces. Blanca de Torrestella de Julio Calcaño, considerada una novela histórica, se publica en 1868. En 1872 el mismo Calcaño inserta en La Revista de Caracas la novela El rey de Tebas, cuya trama se desenvuelve en Maracaibo y refiere un episodio de la Guerra Federal. Un caso muy particular es el de Fermín Toro, quien participa en tareas políticas y literarias. En 1868 Juan Alfonzo publica en La Tertulia su novela de ambiente rural Un drama en Caracas.

Circulan textos de contenido científico tales como El agricultor venezolano (1861) de José A. Díaz, la Revista Científica del Colegio de Ingenieros (1861) y Vargasia (1868), denominada así como homenaje a José María Vargas y publicada por la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales.

Las artes plásticas, en la modalidad del dibujo, tienen cabida en los planteles. En 1860 se mantiene abierta una muestra de pintura. En 1861 Celestino Martínez instala, con su hermano Gerónimo, un estudio fotográfico, y en 1868 es seleccionado para la cátedra de Dibujo de la Academia de Matemáticas.

Entre 1869 y 1870 se activa la Academia de Ciencias Sociales y Bellas Letras; Rafael Seijas, Felipe Larrazábal y Cecilio Acosta se cuentan entre sus miembros.


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