Desde 1826 jefes militares y representantes de las altas clases socioeconómicas se agrupan en torno de Páez. Reuniones van y vienen; el consenso se inclina por la reforma de la Constitución de Cúcuta y el rechazo al régimen monárquico propuesto por algunos. El sentimiento antibolivariano se manifiesta abiertamente, llegándose al extremo de desconocer la autoridad de Bolívar y de solicitar su expulsión del territorio venezolano.
A todas estas, la inestabilidad y la anarquía debilitan a Colombia. El Libertador no descansa en la búsqueda de soluciones. A fines del año 1829 convoca a un Congreso Constituyente para el 2 de enero de 1830, lo que reactiva la pugna entre federalistas y centralistas.
Páez, por su parte, inicia en Venezuela los preparativos para la reunión de un Congreso a instalarse el 30 de abril en Valencia. Se intenta resolver la compleja y difícil situación por vía pacífica mediante comisionados de Colombia y Venezuela. El encuentro se realiza en Cúcuta en abril de ese año. Hasta el día 21 el tiempo se agota entre desmentidos, aclaratorias y fallidas proposiciones. Queda en claro que la tendencia separatista de los venezolanos, militares y civiles, es incontenible. El Congreso ofrece en vano a Venezuela la Constitución aprobada el 29 de abril.
El 6 de mayo de 1830 se reúne el Congreso Constituyente de Venezuela con 33 diputados, en su mayoría adeptos a Páez, quien desde noviembre de 1829 ha estado encargado del Poder Ejecutivo. De inmediato es nombrado presidente interino de Venezuela y destacados civiles integran el Consejo de Gobierno.
Como objetivos prioritarios se plantean las relaciones con Nueva Granada y Quito, la definición de la situación de Bolívar y la organización jurídica de la república.
A estas alturas de los sucesos, la permanencia de Bolívar en el territorio de Nueva Granada traba el flujo de las transacciones pendientes.
La Constitución sancionada el 22 de septiembre adopta la forma centro-federal de gobierno y el principio de la separación de poderes. En su artículo 6 declara que el Gobierno de Venezuela es y será siempre republicano, popular, representativo, responsable y alternativo. Se establece el sufragio censitario –que limita el derecho a elegir y ser elegido sobre la base de condiciones económicas– de segundo grado para el presidente, vicepresidente, senadores, representantes y diputados provinciales.
Los gobernadores de provincia, nueve en total, son nombrados por el presidente de una terna presentada por las diputaciones provinciales. El período presidencial y de los congresantes se fija en cuatro años y en dos para el vicepresidente.
En 1830 se extinguen los sueños de unión americana y los héroes más auténticos del proceso independentista. El 4 de junio asesinan a Sucre en Berruecos y el 17 de diciembre muere Bolívar en Santa Marta.
Nace en Curpa, estado Portuguesa, en 1790. Hombre de valentía extrema y fiereza terrible en combate, que se ganó el respeto de los rudos llaneros que hasta 1814 siguieron a José Tomás Boves. Sus huestes lo aclamaron como el taita de la guerra.
En 1810 es soldado de un escuadrón de caballería organizado por el dueño del hato donde era peón en Apure. Gana todos los grados militares en las múltiples acciones de guerra en las cuales participa, incluyendo el de general en jefe, que le es otorgado en reconocimiento a su desempeño táctico en la segunda batalla de Carabobo, el mismo día de este triunfo patriota (24 de junio de 1821).
Hasta 1863 es figura dominante en el escenario político nacional. En agosto de 1821 el Libertador lo nombra comandante general del distrito militar formado por el Departamento de Venezuela, que comprendía desde Caracas hasta Barquisimeto, Barinas y Apure. Después de los acontecimientos marcados por la conspiración de La Cosiata (1826) encabeza la separación de lo que hoy es Venezuela de la unión grancolombiana. Elegido presidente provisional de la República por el Congreso de Valencia en 1830, es ratificado para el período 1831-1835. Será presidente de nuevo entre 1839 y 1843.
Aunque no pierde algunos de sus rudos hábitos, se rodea de los hombres más cultos de su tiempo, los designa ministros o consejeros y trata de adquirir conocimientos y conductas que lo pongan a la altura de su figuración pública. Honra los valores patrios, declara los días 19 de abril y 5 de julio fiestas nacionales, y recomienda el traslado de los restos de Bolívar a Caracas.
En 1835 renueva sus glorias militares al salir en campaña para reponer en la Presidencia al doctor José María Vargas, quien había sido derrocado. Su poder declina en 1848, cuando se alza en armas contra el gobierno de José Tadeo Monagas. Derrotado, sale al destierro y regresa en 1858 llamado por el presidente Julián Castro para que se encargue del ejército y pacifique el país. No obtiene todos los poderes que exige, pero, tras una corta salida al exterior, el presidente Manuel Felipe Tovar lo nombra comandante general de todos los ejércitos nacionales. En septiembre de 1861, mediante un golpe de Estado, asume la dictadura. En junio de 1863, luego de la firma del Tratado de Coche que pone fin a la Guerra Federal, sale nuevamente al exilio. Se radica en Nueva York, Estados Unidos, donde muere en 1873
Lo que deja la guerra
Los venezolanos después de la guerra han cambiado en muchos aspectos. Gran parte de la población ha perecido, desde esclavos y peones hasta miembros de la clase dominante. Para estos últimos, aparte del hecho de haberse convertido en amos del poder, el balance es negativo: propiedades destruidas y mano de obra dispersa acostumbrada al pillaje.
La élite social se fortalece con los emigrados que regresan de las Antillas, en las que han acumulado capitales considerables; con algunos extranjeros que se integran al país después de haber participado en la contienda bélica, haciendo negocios o en el ejército y con militares en ascenso social y político.
La gente del pueblo, como todos los combatientes del ejército republicano, tiene derecho a sus haberes militares, premios que la república otorga a sus próceres y que consisten en una suma de dinero proporcional al grado militar o, en su defecto, bienes muebles e inmuebles, nacionales o de desafectos al régimen. La manera irregular de entregar los haberes solo beneficia a los militares de más alta jerarquía. Los vales que respaldan los haberes son vendidos a precios viles por los soldados. Estos, que en tiempo de paz se integran a la sociedad como jornaleros, sirvientes o peones, quedan discriminados de los derechos políticos de elegir y ser elegidos por la condición censitaria del reglamento de elecciones. Las ordenanzas de policía violentan varios derechos constitucionales. Para las sociedades indígenas se promulga un decreto de reparto de los resguardos –las tierras de propiedad comunal que tenían asignadas–, lo cual significa su exclusión geográfica.
Los esclavos, que también se han incorporado a la lucha independentista bajo el ofrecimiento de su libertad, no ven satisfechas sus aspiraciones. La representación soberana promulga en 1821 la ley de manumisión que hace libres a los hijos de los esclavos al cumplir 18 años, pero la Constitución de 1830 prolonga el período a 21 años. Los esclavos serán libres cuando los fondos de abolición sean suficientes para indemnizar a los amos.
Las aspiraciones de igualdad y libertad de los sectores populares no son satisfechas por el proyecto de nación que lideran las élites; el resentimiento social que de ello se origina justifica y sirve de pretexto para continuar en armas.
"El gran mal que tenemos aquí es la miseria"
La guerra ha destruido la base económica de las provincias de Venezuela a medida que cada una de ellas se convierte en escenario de la contienda. No se trata de una destrucción focal; también los factores que forman parte del proceso productivo sufren el cataclismo. Propietarios y mano de obra se ven afectados directa o indirectamente por él. La población es obligada a emigrar en masa ante la toma de ciudades y pueblos, por el temor a los saqueos, violaciones y matanzas indiscriminadas, en las que no se respetan ni los templos. Los caminos de Venezuela quedan sembrados de restos de poblaciones aterrorizadas en busca de lugares seguros para protegerse de los ejércitos y las gavillas fuera de control. El sitio de Angostura destruye la ciudad después de sufrimientos paradójicos: morir de sed frente al Orinoco y de hambre donde abunda el ganado y la pesca. Un efecto colateral de la guerra es la propagación de enfermedades por el desplazamiento incesante de ejércitos e inmigrantes. Enfermedades que antes se circunscribían a las orillas de los ríos, lagos y lugares húmedos, como la fiebre palúdica, se extienden por todo el país. Epidemias de malaria contribuyen a la desaparición de las ricas misiones del Caroní, junto con los impuestos al hato y a la producción agrícola.
Al final de la guerra, el general Pedro Briceño Méndez muestra el cuadro en pocas palabras: “... el gran mal que tenemos aquí es la miseria. No puede describirse el estado del país. Nadie tiene nada y poco ha faltado para que el hambre se haya convertido en peste”.
José María Vargas, el ensayo civil
En el proceso electoral de 1834 se evidencia en forma clara la pugna entre militarismo y civilismo expresada, entre otras cosas, por las aspiraciones de los jefes militares a detentar altos cargos en el gobierno republicano. En competencia con tres generales de la independencia –Santiago Mariño, Bartolomé Salom y Carlos Soublette–, José María Vargas, candidato de Páez e insigne civil que cuenta con el apoyo de los comerciantes, logra la Primera Magistratura. El 9 de febrero de 1835, el juramento de Vargas ante el Congreso da inicio a un accidentado y convulso período presidencial (1835-1838), marcado por la oposición militarista, la inestabilidad política y la intranquilidad pública. En el transcurso de estos años Vargas renuncia en dos oportunidades, es depuesto y desterrado a Saint Thomas por obra de la Revolución de las Reformas que estalla el 8 de julio de 1835, y recurre a Páez para el restablecimiento del orden constitucional. Solo permanece 14 meses en la Presidencia.
En la Revolución de las Reformas figuran ilustres guerreros fundadores y libertadores de la República, quienes reivindican la federación, el fuero militar como su privilegio y el ejercicio de los cargos públicos por los antiguos patriotas: Santiago Mariño, Diego Ibarra, Pedro Briceño Méndez, José Tadeo Monagas, Justo Briceño, Pedro Carujo. Mariño es el jefe superior de la conspiración que se extiende por las provincias orientales.
Una de sus consignas es establecer la República de Colombia y organizarla en estados federales.
Los reformistas son vencidos por Páez. Unos se someten al indulto de Pirital (3-11-35), otros son expulsados o encarcelados.
Vargas, partidario de castigar con severidad a los conspiradores, disiente de la indulgencia de Páez, lo que origina una crisis de gobierno. En reconocimiento “a los importantes servicios” de Páez en esta campaña, el Congreso decreta otorgarle una espada de oro. Los revoltosos ocupan en Caracas la sede de la Sociedad Económica Amigos del País, creada en 1826 con el objeto de contribuir al progreso. Las actividades de la Sociedad se paralizan.
Pese a tantos inconvenientes, en este lapso se aprueba el arreglo de la deuda grancolombiana, se sanciona la ley de azotes para los reos de hurto y robo, se crean las oficinas de registro público, la Dirección General de Instrucción, el impuesto sobre sueldos y se establece el Escudo de Armas de la República (1836).
Controlada la situación, tras la renuncia de Vargas, el Poder Ejecutivo es ejercido sucesivamente con carácter interino por Andrés Narvarte, vicepresidente; José María Carreño, del Consejo de Gobierno, y el general Carlos Soublette, a quien le toca enfrentar el nuevo levantamiento de Francisco Farfán, quien es derrotado por Páez en San Juan de Payara, estado Apure
De nuevo Páez
El prestigio que envuelve a José Antonio Páez a raíz de la Revolución de las Reformas es indiscutible; por consiguiente, arrasa en las elecciones de 1838.
El 1 de febrero de 1839 asume el Poder Ejecutivo y designa a sus secretarios: Diego Bautista Urbaneja, en Interior y Justicia; Rafael Urdaneta, en Guerra y Marina, y Guillermo Smith, en Hacienda y Relaciones Exteriores.
Uno de los hechos más trascendentes del segundo mandato de Páez es la escisión del sector dominante en dos partidos: Conservador y Liberal. En rigor, en el seno de los mismos existían diversas corrientes o facciones. El primero, compuesto por la burguesía comercial y los “canastilleros”, unida a grupos aristocráticos, se asocia con los que ejercen el poder, Ángel Quintero y Carlos Soublette, entre las figuras más importantes.
El segundo tiene como principales fundadores a Tomás Lander, Antonio Leocadio Guzmán, Blas Bruzual y Tomás José Sanabria; acoge en sus filas a miembros del gremio de los agricultores, representantes de la aristocracia criolla, exfuncionarios y escritores. En suma, a los descontentos con el gobierno, que adversan la autocracia, la influencia clerical, el militarismo y aspiran al poder.
El vocero del Partido Liberal es El Venezolano, periódico de circulación semanal redactado por Antonio Leocadio Guzmán. La consigna de “hombres nuevos, principio alternativo” se repetirá por todas partes y Guzmán se convertirá de hecho en el jefe indiscutible del partido. Las ideas liberales difundidas en lenguaje sencillo en hojas sueltas y diversos periódicos tienen amplia recepción en los grupos populares, en su mayoría analfabetos. Constituyen el esbozo de un proyecto de país diferente.
Durante la segunda administración de Páez se funda la Colonia Tovar, se establece el Banco Colonial Británico, continúa la política de caminos y el fomento de la instrucción pública.
Los restos de Bolívar
De distinta naturaleza, pero de mucho peso ideológico en la conciencia histórica venezolana, es la gestión diligente de Páez para el traslado a Caracas de los restos del Padre de la Patria. El reconocimiento de los grandes servicios de Simón Bolívar se expresa en el Decreto legislativo de 30 de abril de 1842 en respuesta a la solicitud del Primer Magistrado. La planificación de los actos de traslado, recibimiento y ceremonias incluye la fabricación de una carroza fúnebre, la construcción del monumento funerario, encomendada al escultor romano Pietro Tenerani, y la elaboración de una crónica del acontecimiento encargada a Fermín Toro, titulada Descripción de los honores fúnebres consagrados a los restos del Libertador Simón Bolívar. Toro, quien ya en 1832 en un discurso ante el Congreso abogaba por la repatriación de las cenizas de Bolívar, fue encargado por el Gobierno de presidir la comisión organizadora de las honras fúnebres realizadas en Caracas.
El Atlas de Codazzi y la Historia de Baralt
El debate político que ocupa a la sociedad venezolana del siglo XIX, no es obstáculo para que esclarecidas personalidades se dediquen a crear otras formas de conocimiento o de convivencia. En este período la nación inicia el rescate de las fuentes para el estudio de su gesta emancipadora. Se invita oficialmente a los protagonistas a escribir sus recuerdos y a facilitarlos a las personas encargadas de la conformación del conocimiento histórico. Asimismo, se inicia la reorganización de los archivos y registros de la propiedad, que habían sufrido destrucción con la guerra, y se redactan dos obras fundamentales para el conocimiento físico y espiritual de la nación.
El Resumen de la geografía de Venezuela de Agustín Codazzi constituye el inventario científico de la naturaleza y la población, mientras que con el Resumen de la historia de Venezuela, de Rafael María Baralt y Ramón Díaz, se pretende la visión de lo nacional, enlazar la independencia con la república sin caer en los excesos de la historia patria.
Tanto en las obras señaladas como en el Atlas de Venezuela de Codazzi participó como ilustrador Carmelo Fernández, un sobrino de Páez. Fernández formó parte de la Comisión que trasladó los restos de Bolívar a Caracas en 1842.
Carlos Soublette (La Guaira, 1789-Caracas, 1870) estuvo activo militarmente durante toda la guerra de Independencia, fue secretario de Guerra y Marina de la Gran Colombia y de 1834 a 1837 fue negociador en Madrid del reconocimiento diplomático de Venezuela por España. En 1842 se convierte en el segundo guerrero ilustre que llega al poder. Hasta el momento ningún otro discurso de incorporación había sido tan optimista. Dice el presidente ante el Congreso: “Venezuela goza de perfecta paz y ha visto terminar el tercer período constitucional fecundo en sucesos favorables a la consolidación de las instituciones patrias, al desarrollo de la industria, al establecimiento del crédito público y a las relaciones de benévola amistad que la unen con casi todas las naciones”.
En gesto magnánimo, el Congreso decreta una amnistía para los insurrectos de 1830 a 1836 y el presidente solicita que sean rehabilitados todos los militares degradados durante el período. A partir de 1843 se rompe la armonía. Una crisis económica provocada por la caída de los precios de los productos de exportación: café, cacao y cueros, se inserta en la discusión política. Para paliar la crisis de la economía en 1845, el licenciado Francisco Aranda presenta un proyecto de Instituto de Crédito Territorial que es objetado por el Ejecutivo.
El Partido Liberal reclama medidas como la derogación de la Ley del 10 de abril de 1834. También los ataques personales a los hombres del régimen comienzan a degradar el liderazgo conservador. Es el tiempo de oro de las publicaciones satíricas y calumniosas. Coexisten en la misma imprenta el periódico doctrinario y el que ridiculiza y crea el clima de opinión subversiva. Las Avispas, El Trabuco, El Relámpago y otros órganos de prensa mantienen activa la agitación pública, que para fines de 1846 estalla en las provincias de Caracas, Barcelona y Carabobo. Bajo la dirección de Antonio Leocadio Guzmán estos pasquines desencadenan un verdadero terrorismo político.
El caudillo militar José Tadeo Monagas (Maturín, 1784-Caracas, 1868) participa en la guerra de Independencia desde 1813 hasta 1821. En 1831 promueve la reconstitución de la Gran Colombia bajo la figura de una confederación en la cual se integraría el estado de oriente que pretendía crear con las provincias de Cumaná, Margarita y Guayana.
Un agitado ambiente político rodea el proceso eleccionario de 1846 que lo lleva a la Presidencia. Pronto se aparta de Páez, el gran elector del país y de los conservadores, quienes ante las arbitrariedades del régimen inician la oposición. Busca el apoyo liberal.
La denuncia de las infracciones y abusos cometidos por Monagas contra la Constitución y las leyes, formulada por la Diputación de Caracas ante la Cámara de Representantes en diciembre de 1847, precipita los acontecimientos del 24 de enero de 1848.
Ese día el Congreso intenta enjuiciar al presidente. Una turba arremete contra los legisladores, con saldo de muertos y heridos de gravedad, entre ellos Santos Michelena, quien fallece a los pocos días. Este suceso cercena la autonomía del Poder Legislativo y marca el inicio de un sistema de gobierno personalista detentado durante diez años por los hermanos José Tadeo y José Gregorio Monagas.
El sometido Congreso se reúne el 25. Páez se rebela contra el gobierno, y derrotado, sufre pena de destierro y confiscación de bienes. Los liberales, enfrentados entre sí, se debilitan favoreciendo los planes de José Tadeo Monagas para promover a su hermano a la Primera Magistratura. La candidatura oficial se impone por mayoría en el Congreso y el 1 de febrero de 1851 José Gregorio asume el poder en medio de una conflictiva situación política y un precario cuadro económico. Una de sus primeras actuaciones revela lo que será un rasgo de su administración: gobernar con sus familiares y amigos orientales, sobre todo barceloneses. “El monaguismo es la suprema felicidad: con ese título viene la riqueza, vienen los empleos, vienen los honores. A ser monaguistas ¡venezolanos!”, ironiza un periódico de la época.
La familia gobernante, amigos y personas vinculadas al régimen acaparan las tierras nacionales, los contratos, practican tráfico de influencias y la corrupción administrativa. La desmoralización de la sociedad y el deterioro de la economía son factores de peso en el rechazo generalizado al gobierno. Dos medidas trascendentes se cuentan en su haber: la eliminación de la pena de muerte por delitos políticos y la abolición de la esclavitud decretada el 24 de marzo de 1854. La reelección de José Tadeo (1855) y la promulgación de una nueva constitución, la cual extiende el período presidencial a seis años, son signos que alertan sobre el nepotismo y autoritarismo del grupo gobernante y animan el descontento. Una concentración de fuerzas políticas entonces llamada “Fusión”, comandada por Julián Castro, recurre a la revolución, obligando a Monagas a renunciar a la presidencia.
Entre sombras y luces
El descontento contra el gobierno de José Tadeo Monagas, radicalizado en la Revolución de Marzo de 1858, coloca en el primer plano del escenario político-militar a un discutido personaje, el gobernador de Carabobo, Julián Castro, a la cabeza de un movimiento, la “Fusión”, que reúne a liberales y conservadores.
El derrocamiento de los Monagas crea además un conflicto de orden internacional relativo al asilo que el encargado de negocios de Francia concede a Monagas y su familia. El Protocolo Urrutia, documento suscrito por el canciller Wenceslao Urrutia como garantía gubernamental, le presta legalidad al asilo; firmado con representantes del cuerpo diplomático, es interpretado como una intromisión extranjera en la política nacional.
La “Fusión” comienza a resquebrajarse en virtud de la tendencia a perdonar a los derrocados. El gobierno encarcela a José Gregorio Monagas, quien muere en el Castillo de San Carlos, en Maracaibo. Los liberales comienzan a dejar el gobierno y a conspirar. Los comprometidos son expulsados, Juan Crisóstomo Falcón, Ezequiel Zamora y otros.
En medio de estas contradicciones se reúne la Convención de Valencia el 5 de julio. Entre los 103 diputados predominan conservadores. El tribuno por excelencia, Fermín Toro, preside la asamblea. De los pocos liberales que concurren destacan Estanislao Rendón y José Silverio González, hombres del federalismo.
En la agenda de la Convención figura naturalmente la legitimación del mandato de Castro, quien es nombrado jefe provisional del Estado.
Se dedican a solucionar el problema del Protocolo Urrutia.
El 22 de julio una comisión presidida por Pedro Gual presenta las bases del proyecto constitucional que se promulga el 31 de diciembre.
La carta constitucional es centro-federal; se reconocen las autonomías provinciales; se incluye el sufragio directo y secreto para elegir presidente, vicepresidente, diputados al Congreso y gobernadores de las provincias, y se reafirma la abolición de la esclavitud.
Para Valentín Espinal, Pedro Gual y Fermín Toro, la Constitución no tendrá vigencia si no se atienden otras bases, como instrucción, moralidad en las costumbres, amor al trabajo y hábitos de economía.
La reacción ante la nueva Constitución no se hace esperar, Juan Crisóstomo Falcón, jefe de los revolucionarios establecidos en las Antillas, señala: “La cuestión no es que las leyes que hagáis sean buenas o malas: la cuestión es que el derecho de hacerlas no es vuestro sino de la mayoría”.
Ventajas de la esclavitud
El consejero de Brasil Miguel María Lisboa, quien vivió en Caracas en dos oportunidades, durante el gobierno de Carlos Soublette y luego durante el de José Tadeo Monagas, al observar una fiesta en casa de una familia de clase alta reafirma su convicción acerca del carácter bondadoso de los “habitantes del Nuevo Mundo”. Describe: “En medio de tanta elegancia y tanto lujo [...] los criados y esclavos de ambos sexos vestidos aseadamente, los que acompañan a las señoras al baile y, bien entendido, sin mezclarse con las bailarinas, toman el más vivo interés en la diversión, observan y siguen los movimientos de sus jóvenes señoras; no es raro verlos por los rincones aprovechando la música de los valses y polkas, entregándose con ardor al ejercicio del baile...”.
La escena es, según Lisboa, una prueba de que la esclavitud tiene en América algunas ventajas que los abolicionistas no reconocen.
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