jueves, 29 de abril de 2021

El fin del bipartidismo 1993 - 1998


 Ramón J. Velásquez, presidente de transición

Una vez que Carlos Andrés Pérez ha sido destituido de la primera magistratura varios nombres de consenso, entre ellos el de Arturo Uslar Pietri, son barajados para capear el temporal. Al final, el Congreso Nacional escoge al senador Ramón J. Velásquez, quien se juramenta el 4 de junio de 1993 como presidente de la República para concluir el período constitucional 1989-1994. Dada la gravedad de la situación confrontada por el país, el mismo Congreso le otorga el 23 de agosto una Ley Habilitante que le permite dictar decretos-leyes de suma urgencia como el establecimiento del Impuesto al Valor Agregado (IVA), la Ley General de Bancos y otros Institutos Financieros, la reforma a la Ley del Sistema de Ahorro y Préstamo, y la reforma a la Ley del Impuesto sobre la Renta.
Desarrollando sus posiciones cuando fuera presidente de la Comisión para la Reforma del Estado (COPRE), Velásquez estimula el proceso de descentralización. En su breve gobierno se aprueba la transferencia de mayor número de competencias a los estados, y en noviembre de 1993 se crea el Fondo Intergubernamental para la Descentralización (FIDES). Al presidente Velásquez le corresponde conducir un período particularmente complejo, cuando ya el país está en plena campaña electoral y no se recupera ni del 27-F, ni del 4-F, ni del 27-N, ni del trauma del enjuiciamiento a un presidente. La amenaza de golpe militar es permanente y su propio ministro de la Defensa, el almirante Radamés Muñoz León, es públicamente denunciado como uno de sus posibles promotores. A pesar de las amenazas y la incertidumbre, lleva a feliz término la difícil misión que le fue encomendada.



Un historiador en Miraflores

La presencia de Ramón J. Velásquez en la primera magistratura tiene gran significación. Entre otras razones, porque se trata a un mismo tiempo de un testigo excepcional de más de medio siglo de actividad política y de un estudioso de la historia venezolana. Luego de haber sido uno de los presos políticos de Marcos Pérez Jiménez, secretario de la Presidencia de la República durante el gobierno de Rómulo Betancourt, senador independiente electo en las listas de Acción Democrática, ministro del primer gobierno de Rafael Caldera y presidente fundador de la Comisión para la Reforma del Estado (COPRE), Velásquez reúne el respeto y el consenso suficientes para dirigir al país en su momento más crítico.

Fundador del Archivo Histórico de Miraflores y de la Biblioteca del Pensamiento Político Venezolano, una obra excepcional que ha organizado para la posteridad los documentos más importantes para el estudio del ideario político nacional, le corresponde por ironías o por casualidades de la historia, pasar de ser el autor de las famosas Confidencias imaginarias de Juan Vicente Gómez a ocupar el mismo lugar que alguna vez ocupara el enigmático general de La Mulera.





Caldera, presidente

El 5 de diciembre de 1993 marca el fin del bipartidismo que, en procesos anteriores, llega a copar más del 95% de los votos entre AD y COPEI. Esta vez Rafael Caldera, a los 77 años, sin su partido y con lo que se llamó “el Chiripero” –Convergencia, MAS, MEP, PCV, Notables, etc.– recoge los frutos de su discurso del 4 de febrero de 1992. Caldera compite con su antiguo “delfín”, Oswaldo Álvarez Paz, de COPEI; con Claudio Fermín, de AD; con Andrés Velásquez, de La Causa R, entre una larga lista de aspirantes. Caldera obtiene 1.710.671 votos; Claudio Fermín, 1.325.256; Oswaldo Álvarez Paz, 1.269.888, y Andrés Velásquez, 1.232.653. Los demás candidatos suman 78.201 entre todos.

La abstención asciende al 39,85%, es decir que 3.859.579 electores no acuden a votar. Caldera es elegido bajo la promesa de que nunca acudiría al Fondo Monetario Internacional. No obstante, dos años después, en abril de 1996, lanza un programa de rectificaciones llamado Agenda Venezuela que, en concertación con los organismos multilaterales, promete actuar para restablecer los equilibrios macroeconómicos y disipar el general desasosiego desatado por una inflación galopante. Incremento en los impuestos, suspensión de los controles de cambio, liberación de las tasas de interés, disciplina del gasto público sin dejar de atender los reclamos indispensables del orden social, son los fundamentos de la Agenda. Ocho de cada diez venezolanos viven entonces en niveles críticos de pobreza.



La Ley Orgánica del Trabajo

Un difícil acuerdo tripartito entre Gobierno, trabajadores y empresarios conduce en 1997 a la revisión de la Ley Orgánica del Trabajo, acometiéndose una reforma estructural del régimen de prestaciones sociales. De acuerdo con la reforma, las prestaciones se calculan mensualmente y no al final del término laboral. Son creados cinco subsistemas de seguridad social: el de salud; el fondo de pensiones; paro forzoso; capacitación profesional; vivienda y recreación.



La gran crisis bancaria


1994 se le cataloga, con mucha razón, como el año de la crisis financiera, la mayor que haya padecido Venezuela y también la mayor, proporcionalmente, acaecida en el mundo. Comienza con la intervención del Banco Latino y parecía que se contendría con la estatización del Grupo Latinoamericana Progreso, pero entre el 13 de enero y el 15 de diciembre se desploman más de una docena de instituciones. Pero este proceso no se contiene: febrero de 1995 comienza con la estatización de tres entidades más: Principal, Ítalo y Profesional.

Las instituciones auxiliadas y luego intervenidas en junio de 1994 son el Banco Amazonas, Bancor, Banco Barinas, Banco de la Construcción, Banco La Guaira, Banco de Maracaibo, Banco Metropolitano y Sociedad Financiera Fiveca. Más tarde son estatizados el Banco de Venezuela (9 de agosto) y el Banco Consolidado (11 de septiembre). Como escribe Pedro Palma: “Al fin del proceso, un tercio de la Banca Comercial había sido afectada. Trece bancos, representantes del 37% de los depósitos totales del sistema, habían desaparecido, mientras otros, tradicionalmente percibidos como los bancos más sólidos, experimentaron un crecimiento de grandes proporciones al ser los receptores de buena parte de los depósitos de los bancos afectados”.

Esta crisis no es un episodio aislado y exclusivo, porque fenómenos parecidos ocurrieron en varios países latinoamericanos y europeos en diversos momentos. Lo efectivamente dramático son los desatinos en los que se incurrió en su manejo. Para aliviarla se entrega una suma gigantesca de recursos a la discreción de quienes de alguna manera la han causado. El sacrificio por parte del organismo asegurador (Fogade) es de alrededor de 10.000 millones de dólares, denominados en emisiones de moneda nacional, sin tener provisión de fondos y autorizados con el consentimiento del Banco Central de Venezuela.

El cierre abrupto de los bancos mencionados repercute en una contracción súbita del mercado de bienes y de trabajo; en la expansión desordenada del circulante que contribuye a depredar las reservas internacionales existentes y a generar inflación. Estos hechos tienen repercusiones traumáticas que profundizan el escepticismo y la pérdida de credibilidad en las instituciones.



Las incógnitas de Samana

En los anales policiales del período 1994-1999, el “caso Samana” ocupa lugar prominente. Un pago por 9.500.000 dólares por concepto de repotenciación de las fragatas misilísticas de la Armada venezolana es ordenado por el Ministerio de Hacienda a nombre de la compañía italiana Oto-Melara, titular de la deuda. Un misterioso fax indica que el monto se ha acreditado a cuenta de la compañía Samana. La compañía acreedora alegó no haber recibido el pago.




La apertura petrolera

Como complemento a la estrategia de internacionalización que viene aplicando, PDVSA inicia un proceso de apertura que comprende la búsqueda de fórmulas de participación del sector privado –nacional e internacional– o de otros Estados en sus segmentos de negocios. El proceso de apertura incluye convenios operativos, la exploración a riesgo y ganancias compartidas, asociaciones estratégicas para producir crudos en la Faja del Orinoco, desarrollar gas natural costa afuera y empresas mixtas.

Los convenios operativos, con una duración de 20 años, son concebidos para reactivar campos o aumentar el nivel de producción con inversiones adicionales en contratos con inversionistas y operadores privados. Entre 1992 y 1997 se firman, en tres rondas, 33 convenios con empresas de 14 países. La modalidad de exploración a riesgo y ganancias compartidas arranca en septiembre de 1994 con la selección de diez áreas para la exploración y producción de crudos livianos y medianos, y ya en 1996 se habían recibido ofertas en ocho de ellas con una inversión aproximada de 11.000 millones de dólares en 15 años. Las asociaciones estratégicas son concebidas para el aprovechamiento de las reservas de la Faja del Orinoco (hidrocarburos no convencionales).

La apertura petrolera constituye una preocupación fundamental de Luis Giusti durante su gestión en PDVSA y atrae importantes inversiones extranjeras, aunque algunos sectores, como Fundapatria, la objetan, prediciendo que significa la antesala de la privatización de la industria.

La crisis mundial de los precios del petróleo influye negativamente en el programa de apertura y este apenas si es llevado a cabo.




Música y denuncias para el Papa

El 9 de febrero de 1996, el papa Juan Pablo II inicia su segunda visita a Venezuela. Esta vez inaugura en Guanare el Santuario Nacional de Nuestra Señora de Coromoto, bendice a los reclusos del demolido Retén de Catia, se reúne con representantes de la sociedad civil en el Teatro Teresa Carreño y oficia una misa multitudinaria en la Base Aérea de La Carlota. En este último acto el Papa se muestra conmovido por las piezas musicales interpretadas por un coro de 1.500 voces y una orquesta con 700 instrumentistas provenientes del Sistema Nacional de Orquestas Juveniles e Infantiles. Sentimiento semejante expresará en el Teresa Carreño, donde Simón Díaz, acompañado de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, le cantará la pieza "Tonada del Papa amigo", de su autoría.

Como prueba de los conflictivos tiempos que vive el país, un grupo de ancianos miembros del Comité de Pensionados del Instituto Venezolano de los Seguros Sociales se aposta durante varios días consecutivos a las puertas de la Nunciatura Apostólica, donde reside el Papa durante su visita, para denunciar el incumplimiento de sus derechos por parte del Gobierno Nacional.



Beatificada la madre María de San José

El 7 de mayo de 1995, en una ceremonia realizada en la plaza San Pedro del Vaticano, el papa Juan Pablo II lee el decreto que convierte a Laura Alvarado Cardozo, la madre María de San José, en la primera beata venezolana. El acto es seguido con gran júbilo por los venezolanos desde las 4 de la mañana a través de las pantallas de televisión. En todas las iglesias del país se realizan vigilias y un repique de campanas se hace escuchar en el instante en que el Papa autoriza el culto como beata a la religiosa nacida en Choroní.

En Maracay se realiza una gigantesca manifestación religiosa sin precedentes en el estado Aragua, donde millares de personas se reúnen en la avenida Bolívar y en los alrededores de la catedral y del Santuario de la Madre María de San José, para asistir a los actos litúrgicos y presenciar el esperado momento de la beatificación. A las 12 de la noche se estrena La misa de los trópicos, obra de Juan Carlos Núñez, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Maracay y dirigida por Teresa Hernández, con la participación de más de 200 músicos.

Al amanecer, aviones de la Fuerza Aérea Venezolana dejan caer una lluvia de flores sobre la ciudad.



Adiós a Cabrujas y a Nuño

La mañana del sábado 21 de octubre de 1995, Venezuela es sacudida por la noticia de la súbita muerte de José Ignacio Cabrujas, ocurrida luego de una lesión cardíaca en la ciudad de Porlamar, en la isla de Margarita. Cabrujas, autor de innumerables piezas de teatro –entre las que sobresalen Acto cultural y El día que me quieras–, de numerosos libretos de telenovelas –entre ellas La señora de Cárdenas y Natalia de 8 a 9– y guiones de cine –incluyendo Amaneció de golpe– se había convertido en una de las más importante voces de la opinión pública venezolana a través de su columna semanal publicada por entonces los días sábados en el diario El Nacional. Su muerte, ocurrida cinco meses después de la del filósofo y también columnista de El Nacional, Juan Nuño, fue calificada como una gran pérdida en un país ávido de reflexión.



Los comandantes a la política

Gracias a un indulto del presidente Caldera, que contempla el sobreseimiento de la causa, en 1994 el comandante Hugo Rafael Chávez Frías es liberado de su prisión en Yare. El hecho se convierte en un acto político que incluye una populosa caravana y una rueda de prensa ofrecida en la sede del Ateneo de Caracas. Para ese momento otros oficiales de la intentona ya habían sido liberados. Entre ellos se encontraban Jesús Ortiz Contreras y Francisco Javier Arias Cárdenas, quienes aceptan trabajar en el gobierno de Caldera asumiendo responsabilidades en el Programa de Asistencia Materno Infantil (PAMI), dirigido a niños de menores recursos. Ortiz Contreras muere en un accidente automovilístico en París, donde se encontraba al frente de una misión oficial. Arias Cárdenas se lanza como candidato a la gobernación del estado Zulia y resulta triunfador apoyado por una alianza en la que participan COPEI y La Causa R. Acción Democrática trata de desconocer el triunfo, pero las manifestaciones populares obligan a la revisión de resultados y una contundente decisión del Consejo Supremo Electoral pone fin al intento de fraude.


Solo el recuerdo quedará

“Es difícil penetrar en la mente de un condenado a muerte. Máxime cuando se trata de una estructura de concreto, sin alma y sentimientos, pero en el caso del retén de Catia se podía sentir, antes de su demolición, un silencio sepulcral que revelaba la presencia de los gritos y la desesperación que quedaron atrapados entre sus muros, como huellas de cientos de presos que envejecieron entre sus rejas.

Se cumplieron los dos segundos previstos para que la estructura del retén se desplomara. A la 12:55 p.m., el presidente de la República, Rafael Caldera, presionó el dispositivo de detonación, que le fue entregado por el director de CAVIM, general de brigada Rafael Hung Díaz.

Seguidamente se escucharon dos estruendos y, en un abrir y cerrar de ojos se esparció la enorme nube de polvo que se elevó sobre lo que fue ‘el infierno carcelario’.

Hubo miles de espectadores. Ni siquiera la visita de Juan Pablo II, quien bendijo a los reclusos (o a los policías que se hicieron pasar por estos) el año pasado, congregó a tanta gente (curiosos en su mayoría), quienes, además de las autoridades e invitados especiales, incluidos miembros del cuerpo diplomático, no ocultaron su impresión al ver ‘en vivo’, cómo se pulverizó la edificación.

Luego de disiparse el polvo, de las dos torres no quedaron sino los escombros. Lo único que permaneció en pie fue la edificación correspondiente al comedor.

El cordón policial se desvaneció y los curiosos, en veloz carrera cruzaron la autopista y otros accesos para llegar a las instalaciones del internado con el fin de llevarse (como sucedió con el muro de Berlín) piedritas y tierrita, quizá como recuerdo, o quién sabe si para ofrecerlas al mejor postor en escenarios de la economía informal. Entre el polvorín surcó el cielo una gran bandera de Venezuela, elevada por los globos multicolores que exacerbaron el efectismo del acto. Una vez se retiraron las autoridades del Ejecutivo, el Centro Simón Bolívar dio inicio a su celebración. Se repartieron pasapalos y bebidas a los invitados especiales, como si se tratara de una recepción social”.

 

En: Carla Delgado y Alexander Duarte. "Sólo el recuerdo quedará del 'infierno de Catia'", en El Nacional, 17 de marzo de 1997.



Dos nuevos partidos: PPT y MVR

La Causa R llega a su máxima popularidad con Andrés Velásquez, en 1993, y entra en el túnel de la crisis en 1995 con la escogencia del candidato a gobernador de Bolívar. Surgen tensas relaciones entre dos bandos, que terminan con la separación del encabezado por Pablo Medina y Aristóbulo Istúriz en el segundo semestre de 1997. El 28 de septiembre del mismo año, el PPT realiza un acto en el Radio City en Caracas. Allí Istúriz define al nuevo partido como “propuesta y protesta” ante el neoliberalismo, mientras Medina dice que es la alternativa ante AD y COPEI. También en 1997, el MBR-200 decide transformarse en partido, dando nacimiento al Movimiento V República, con candidato a la vista: Hugo Chávez Frías. Ambas organizaciones constituyen el núcleo decisivo del Polo Patriótico.


La "antipolítica" toma la escena


El término “antipolítica” se pone de moda a mediados de la década de 1990 para designar el sorpresivo ascenso al poder de figuras que, como Alberto Fujimori en el Perú o Antanas Mockus en Colombia, ni venían de ejercitar el tradicional oficio de político ni contaban con el apoyo de los partidos tradicionalmente poderosos. En 1998, cuando la campaña electoral comienza a perfilarse, la escena está tomada por dos candidatos absolutamente atípicos en la tradición política de la democracia venezolana: una exmiss y un militar retirado. Durante mucho tiempo la exmiss, Irene Sáez, puntea exitosamente en las encuestas hasta que empieza a descender dramáticamente luego de haber aceptado el apoyo del partido COPEI. A partir de ese momento, la candidatura de Hugo Chávez experimenta un ascenso sostenido en las encuestas. Una campaña caracterizada por un discurso pugnaz y de clara ruptura con el pasado va reuniendo el apoyo de distintos sectores del país que apuestan a que se produzca un cambio político en Venezuela.



Las elecciones del 6 de diciembre de 1998

Para las elecciones presidenciales del 6 de diciembre se presentaron numerosas candidaturas. AD postuló a Luis Alfaro Ucero, Secretario General del partido y viejo dirigente sindical; COPEI respaldó la candidatura de Irene Sáez, exreina de belleza y exalcaldesa de Chacao, quien además contaba con su propia organización política (IRENE); el candidato del MVR fue Hugo Chávez Frías, apoyado por numerosas organizaciones de izquierda (MAS, PPT, PCV, MEP); Proyecto Venezuela, agrupación política surgida de Proyecto Carabobo, postuló a su fundador, el exgobernador del estado Carabobo Henrique Salas Römer. También se presentaron Alfredo Ramos por la Causa R, Miguel Rodríguez, exministro de Carlos Andrés Pérez; Claudio Fermín, antiguo militante de AD, así como otras candidaturas menores.

En las semanas previas a los comicios y frente a las estimaciones de las encuestas que daban como posible ganador a Hugo Chávez Frías, tanto AD como COPEI, abandonaron a sus respectivos candidatos y apoyaron al exgobernador de Carabobo Henrique Salas Römer.

Los resultados favorecieron a Hugo Chávez Frías, quien obtuvo el  56,20% de los votos, mientras que Salas Römer logró reunir el 39,97% del electorado. La abstención fue del 36,55%.



Panorama político de fin de siglo

Los resultados electorales de 1998 confirman la crisis y el fin del bipartidismo que se había expresado en las elecciones presidenciales y parlamentarias de 1993, en las cuales AD y COPEI, si bien logran mantenerse como fuerzas políticas nacionales, no tienen el respaldo mayoritario que había caracterizado los procesos electorales de 1983 y 1988, en los cuales obtuvieron más del 90% de los votos.

Luego de las elecciones presidenciales de 1998, surge como primera fuerza política electoral el MVR, la organización que obtuvo mayor número de votos en la alianza que apoyó la candidatura de Hugo Chávez. AD y COPEI mantienen su presencia política en el Congreso de la República, del mismo modo que otras organizaciones como el MAS, PPT, Causa R, Convergencia e IRENE.

El viernes 11 de diciembre de 1998 Hugo Chávez Frías es proclamado como presidente electo por el Consejo Nacional Electoral y el 2 de febrero de 1999 se juramenta ante el Congreso de la República como Presidente Constitucional de Venezuela para el período 1999-2003. Ese mismo día decreta la convocatoria de un referéndum consultivo que permita la realización de una Asamblea Nacional Constituyente, para de esta manera dar inicio a lo que llamó la “refundación de la República”.







Falcón y Guzmán Blanco, el ejercicio federal 1870 - 1877



 Entre Falcón y Guzmán Blanco

El gobierno de la Federación crea grandes expectativas, pero pronto desengaña a quienes ven que se resuelve poco mientras el país empeora. La conducción inexperta y desordenada lleva a la bancarrota y a la crisis de deudas y arcas vacías; el desinterés de Falcón por sus funciones, con frecuencia ejercidas por sus designados, y su preferencia por residir en Coro, la capital de su estado natal, aumentan la insatisfacción. Decepcionan también el generalato en aumento, el predominio de los militares en cargos públicos y las pugnas de los caudillos que elevan a cerca de 60 las rebeliones locales.

Antonio Guzmán Blanco –ministro de varias carteras, vicepresidente y presidente encargado– tiene mejores dotes para la política y lejos de ser solo el segundo de a bordo, adquiere cada vez más protagonismo.

Al comienzo Falcón, diez años mayor, lo apoya ante quienes lo ven con hostilidad, pero con el tiempo esta relación se deteriora. Periódicos como El AgricultorEl Amigo del Pueblo y El Orden, publican fuertes críticas contra Guzmán con total libertad. En una serie de artículos difundidos en El Porvenir bajo el seudónimo Alfa, Guzmán polemiza, en defensa del Gobierno, con el colombiano Ricardo Becerra quien escribe en El Federalista.

En Caracas uno de los pocos signos de modernidad es el alumbrado a gas. Las casas en su gran mayoría son de un piso; el Teatro Caracas, Coliseo de Veroes o Teatro de la Ópera, es el único que presenta grandes espectáculos de la cultura europea; los mayores eventos públicos son las procesiones religiosas –sobre todo las de Semana Santa– y los temas de discusión se centran en la política. Proliferan los contratos y concesiones para impulsar las comunicaciones, la inmigración y la colonización, y comienza un ciclo de expansión de la minería del oro en Guayana, donde se dice que el codiciado metal pavimenta las calles de Caratal.


Se forma un gobernante

Por lo que aprende de su padre, Antonio Leocadio Guzmán, y del círculo liberal, Guzmán Blanco conoce muchos detalles del mundo político; a esto se suma su formación intelectual, acreditada con un grado universitario, la experiencia en las lides guerreras y el conocimiento del país y de los conflictos locales. Su primera gestión importante en el gobierno de Falcón es negociar un empréstito externo para remediar la ruina fiscal. Con esa misión, en septiembre de 1863 viaja a Europa como enviado extraordinario y ministro plenipotenciario. A su regreso obtiene la venia para proseguir las negociaciones, pese a las condiciones onerosas del empréstito. Guzmán ejerce entonces la vicepresidencia y es ministro de Hacienda. De nuevo en Londres y en París, establece relaciones que serán valiosas en el futuro; también encuentra en el segundo imperio francés una interesante experiencia de alianza entre proyectos de gobierno y negocios privados, que considera aplicable en Venezuela.

El empréstito de 1864 es ruinoso para el país pero resulta lucrativo para Guzmán, quien cobra una importante comisión, y a pesar de que las cuentas son aprobadas por el Congreso, es considerado poco pulcro. En 1865 Guzman desempeña varias veces la Presidencia de la República y entre mayo y diciembre de 1866 permanece en Europa, negociando pagos de la deuda y recuperándose del cólera que lo ataca en París. Al año siguiente desposa en Caracas a Ana Teresa Ibarra y enseguida parte en campaña a sofocar la revolución conocida como “La Genuina”. En diciembre viaja otra vez a Europa, donde permanece cuando la Revolución Azul derroca al gobierno. En agosto de 1868 vuelve a Caracas, pero una banda llamada “los lincheros de Santa Rosalía” ataca su casa de Carmelitas cuando ofrece un baile a la sociedad caraqueña, el 14 de agosto de 1869, razón por la cual sale al exilio. Con poder económico y vasta experiencia de la administración pública y de la política, se ha convertido en el dirigente mejor preparado para llevar las riendas del país.


El Septenio: las bases del "progreso"

El general Antonio Guzmán Blanco, exiliado en Curazao, prepara un movimiento contra el gobierno de José Ruperto Monagas, hijo de José Tadeo, ambos encumbrados al poder por la Revolución Azul. El 27 de abril de 1870 sus fuerzas toman Caracas y derrocan al gobierno de los Azules. Es el máximo líder de los liberales. Triunfante la Revolución de Abril, como es conocida, inicia su primer gobierno, el Septenio (1870-1877), con una dirección clara: eliminar lo viejo, inútil y contrario al progreso, y sentar las bases legales y materiales del porvenir. Busca la paz y la modernización del país dentro de un esquema político fundamentado en su liderazgo personalista y en la aplicación de fórmulas centralizadoras sin abandonar el discurso federal.

Mientras domina a los Azules, apoyado por caudillos como Francisco Linares Alcántara, León Colina, Matías Salazar, José Ignacio Pulido y Venancio Pulgar, pone en orden en la administración, reforma la legislación, y le cambia la cara a Caracas. En esto también difiere de los gobiernos anteriores, que cuando hacen la guerra no gobiernan. Guzmán entiende las prioridades de su gestión y les da curso sin dilaciones: educación pública; reorganización de la hacienda pública; obras públicas; estadística; abolición de los peajes, del impuesto a las exportaciones y de los bienes de manos muertas; redención del censo eclesiástico; fomento de la inmigración.

La pacificación del país exige tiempo, recursos y decisiones; vencidos los Azules en 1871, los caudillos liberales, antes sus aliados, insurgen contra Guzmán. A unos los derrota en batalla, a otros los gana con halagos y en un caso, el de Matías Salazar, termina fusilándolo. Su concepción personalista del poder se refuerza en los homenajes que le rinden sus acólitos en conocimiento de su debilidad ante los halagos: el Congreso le confiere el 19 de abril de 1873 el título de “Ilustre Americano Regenerador de Venezuela” y Caracas erige imponentes estatuas en su honor.


La sociedad: leves síntomas de cambio

La sociedad no experimenta grandes transformaciones en el Septenio, pero tampoco permanece al margen de los cambios de la época. El programa de gobierno contempla las clásicas políticas de cambio social del siglo XIX: la inmigración y la educación. Al margen de los resultados, se observa cierta renovación en las costumbres. Los caraqueños tal vez dedican menos tiempo a la Iglesia y más a otras prácticas sociales como las conversaciones en el Café del Ávila, donde se presenta en 1872 la primera exposición de pintura en Caracas, y las retretas de la plaza Bolívar. Pero el patrón social de una mayoría rural de agricultores y peones y grupos urbanos de comerciantes, burócratas, profesionales, dependientes y trabajadores manuales, no cambia demasiado.

La población venezolana crece modestamente: en 1873 la estadística cuenta 1.784.194 habitantes, la mayoría dispersa en las áreas rurales.

El mayor número se concentra en las ciudades y en dos regiones: los estados de la costa norte y los Andes, cuya población crece rápidamente y en esta época es la mayor productora de café, principal producto de exportación. Caracas tiene más de 50.000 habitantes, seguida de Maracaibo, Valencia y Barquisimeto. Las enfermedades contagiosas y epidemias (fiebre amarilla, infecciones intestinales, tuberculosis), la deficiente nutrición y las malas condiciones sanitarias favorecen una alta mortalidad: el promedio de vida no pasa de 40 años. Sin embargo, las obras públicas y las ordenanzas urbanas mejoran en algo las condiciones sanitarias. La dirección de inmigración fomenta el establecimiento de extranjeros en tierras venezolanas, producto de lo cual se establecen dos colonias: Bolívar, en Araira, y Guzmán Blanco, en los valles del Tuy. De 1874 a 1877 entran algo menos de 15.000 inmigrantes, la mayoría canarios; sin embargo, no hay mayores progresos en los años posteriores.


Finanzas y comercio

Para resolver el estado apremiante de las finanzas públicas, Guzmán aplica tres principios: conocer, racionalizar y centralizar. Conocer el monto de las deudas y el estado de los ingresos y egresos, racionalizar los gastos y centralizar los ingresos. En esto, como en otros asuntos, confía en la colaboración de los grandes comerciantes con quienes hace un trato: ellos prestan al Estado sus servicios gerenciales en la percepción y administración de los ingresos de aduana y, a cambio, cobran sus acreencias con el Tesoro nacional, más una comisión; por añadidura, tienen ciertos privilegios como contratos de negocios y acceso a información. Surge así, en diciembre de 1870, la Compañía de Crédito de Caracas, integrada por las siguientes firmas: Eraso Hnos. y Cía, H. L. Boulton y Cía, J. Röhl y Cía, Santana Hnos. y Cía. y Calixto León y Cía. La Compañía de Crédito funciona como una tesorería nacional, y al extinguirse, en 1876, se crea el Banco de Caracas, con las mismas funciones. Este esquema, también aplicado en Puerto Cabello y Maracaibo, permite normalizar el ingreso fiscal, racionalizar el gasto y asignar un porcentaje de este al pago de la deuda. El cumplimiento de los compromisos mejora en pocos años el crédito del país. Guzmán Blanco y algunos miembros de su círculo obtienen grandes ganancias con la compra de bonos de la deuda, cuya cotización sube al reordenar las finanzas.

Durante este período, el volumen de exportaciones de café, cacao, algodón y oro de minas casi duplica el de fines de los años 1860, y el valor del comercio exterior sube más del doble; con excepción del último año del período, la balanza comercial es siempre favorable. También, salvo un año, las cuentas del Gobierno cierran con saldo positivo. A pesar de la reorganización de las finanzas, prevalecen criterios tradicionales y poca seguridad en unas condiciones demasiado sujetas a la presencia de Guzmán Blanco en el poder. Medidas diversas, como el auxilio a la agricultura con bonos de deuda, la reducción de los derechos de importación, la eliminación de los peajes, la libre importación de maquinarias y aparatos para la producción o la información estadística, son insuficientes para cambiar tal situación.

El comercio es la actividad más extendida, las rutas mercantiles alcanzan los caseríos más alejados. Los venezolanos no son frugales cuando tienen con qué comprar, y lo hacen en gran variedad de establecimientos. El llamado alto comercio exportador e importador está en manos de grandes firmas de Caracas y del interior, algunas con filiales o asociadas a empresas más poderosas en el exterior; no faltan firmas venezolanas, unas de origen colonial como la Casa Santana; pero predominan las de origen extranjero, algunas con varias décadas en el país: la casa Boulton cumple 50 años en 1876 y la casa Blohm 40 en 1875.


Consolidación institucional

El sistema político de Guzmán Blanco se basa en las obras públicas, la modernización legal e institucional del Estado, y la articulación entre su proyecto político y los negocios económicos, todo esto sumado a la fuerza de su liderazgo personal. Es un hombre cuidadoso de las formalidades legales; por eso, su primer paso después del 27 abril de 1870 es legitimar su gobierno mediante la convocatoria de un Congreso de Plenipotenciarios en Valencia, que lo nombra presidente del Gobierno provisional con poderes dictatoriales, en vista de que debe pacificar el país. Y aunque la proclama revolucionaria desconoce las decisiones del Gobierno anterior, aclara que los contratos no serán revisados.

La labor legislativa comienza enseguida: los decretos en favor de los agricultores y el de instrucción obligatoria, son decisiones destacadas en 1870. Les siguen otros que también persiguen objetivos programáticos: el registro civil de nacimientos, matrimonios y muertes y la ley del matrimonio civil, aprobada en 1873, que es incorporada junto a otras disposiciones en el Código Civil. En el mismo año se aprueban los códigos de Comercio, Penal, Militar, de Procedimiento Civil y de Hacienda. Se elimina la legislación colonial que obstaculiza las actividades económicas. En 1874, según los deseos de Guzmán, es reformada la Constitución federal: se adopta el sufragio público, escrito y firmado, un paso atrás en la democratización del sistema; se establece la responsabilidad legal de los funcionarios públicos por faltas a la Constitución; se elimina la figura del designado en caso de ausencia del presidente, y se reduce el período presidencial a dos años.

Pese al intento de dar fuerte sustentación legal al sistema de gobierno, la cultura política basada en la personalidad del caudillo o del gobernante sigue siendo un elemento central. El sistema político descansa en gran medida en la autoridad de Guzmán y en su capacidad para manejar a sus acólitos y controlar o derrotar a sus enemigos. En su periplo, ningún otro personaje puede competir con él o poner en peligro su indiscutible liderazgo, aunque varios lo intentan desde la trinchera de la oposición armada o desde los mismos círculos que supuestamente le son afectos.

Educación y espíritu laico

El Decreto de Instrucción Gratuita Obligatoria, del 27 de junio de 1870, hace al Estado responsable de la educación, a través de la Dirección Nacional de Instrucción Primaria del Ministerio de Fomento; los compromisos presupuestarios los atiende la Tesorería General de Escuela que administra el impuesto de estampillas destinado a la instrucción; la burocracia controladora comprende a los fiscales de instrucción primaria que vigilan los expendios de las estampillas, los inspectores de escuelas que vigilan la enseñanza y el oficial de estadística de escuelas. La matrícula escolar se incrementa más de ocho veces y el número de escuelas en más de diez entre 1872 y 1876. La reforma de los estudios universitarios atiende a motivaciones renovadoras y políticas: se establecen los estudios de matemáticas al eliminarse la Academia Militar de Matemáticas; también los estudios clericales y de teología pasan a la Universidad Central al clausurarse el seminario eclesiástico; se incorporan los estudios de historia natural; en 1874 se crea el curso de historia, de cuatro años de duración. Las cátedras con mayor número de estudiantes son las de medicina, historia natural e historia universal y las de idiomas: inglés, francés, alemán, griego y latín.

En 1870 se crea el Conservatorio de Bellas Artes para la enseñanza gratis de la música, dibujo, pintura, grabado, escultura y arquitectura. Conforme con el espíritu laico de la política de Guzmán Blanco, la educación excluye la enseñanza religiosa.


Edificando una nación

Comunicar el territorio nacional, conocer los recursos naturales y su población, y curar las enfermedades endémicas y las epidemias, son las principales metas del programa de modernización de la infraestructura. Las tres corren por cuenta del Ministerio de Fomento hasta que el Ministerio de Obras Públicas, fundado en 1874, se hace cargo de la construcción de facilidades de comunicación y demás obras. El informe de Fomento de ese año detalla los proyectos y trabajos concluidos en las carreteras que comunican a Caracas con localidades cercanas, así como de las vías en Guayana, entre Cumaná y localidades próximas, entre Mérida y puertos del lago de Maracaibo, entre Valencia y Nirgua, y entre Puerto Cabello y San Felipe. La política ferrocarrilera progresa poco en este período: la única línea que avanza es la del ferrocarril Bolívar, entre Tucacas y las minas de cobre de Aroa. La reparación de las líneas telegráficas entre Caracas, La Guaira y Puerto Cabello es prioritaria, así como la contratación de un cable submarino entre La Guaira y una de las islas del Caribe, que asegure la rápida comunicación con el exterior. También se emprenden obras en los puertos marítimos y fluviales: muelles, pontones, faros.

Las juntas de fomento, integradas por comerciantes y notables, supervisan los trabajos y administran los fondos. La Dirección de Estadística (1871) permite crear una base de información sobre el país que facilite decisiones sobre inversiones y otros programas: el censo general de 1873, el Anuario estadístico de 1873, y los anuarios estadísticos de varios estados, son resultados valiosos de esa labor.

La política sanitaria es otro asunto que se atiende para cambiar la imagen del país, sobre todo ante el extranjero; a esto contribuyen obras como los acueductos: el Guzmán Blanco, que sirve a Caracas, y los de Valencia, Guanare y Barquisimeto; la limpieza y canalización de ríos como el Apure, el Manzanares y el Uribante; la construcción de instalaciones para los mercados de Calabozo y Caracas; las ordenanzas de limpieza de áreas públicas; la puesta en servicio del Cementerio General del Sur en Caracas y la construcción de cloacas en Caracas; el control de enfermedades contagiosas y la edificación de lazaretos en Caracas y Cumaná “para evitar el peligro de los hospitales de enfermedades contagiosas”.


Caracas, como en París

La cultura urbana, tal como la conoce Guzmán gracias a las capitales europeas, no se concibe sin monumentos y edificios importantes, sin paseos y sin lugares amables para la burguesía, interesada no solo en el trabajo sino en los placeres de la vida. El fuerte contraste de Caracas –todavía una modesta ciudad colonial– con las grandes ciudades que él ha visitado, lo incita a convertirla en un “pequeño París”, según ironizan sus desafectos. Puertos y ciudades, puertas de entrada, deben proyectar un país moderno, “de ideas liberales y civilizadas”, próspero, agradable y seguro para vivir e invertir. En Caracas se construye por primera vez con cimento romano y el ritmo es tan intenso que faltan materiales de construcción. Cientos de obreros trabajan en varias obras a la vez, con cintas que dicen “Ejército del Progreso”; el Capitolio se levanta en el sitio del convento expropiado a las monjas concepciones, y enfrente, el edificio de la Universidad de Caracas, con su fachada de estilo neogótico, en el solar del demolido Convento de San Francisco; es erigida la estatua ecuestre del Libertador en la plaza Bolívar en 1874; el templo masónico está listo el 27 de abril de 1876. Este mismo año comienza la construcción de la basílica de Santa Ana-Santa Teresa. El Panteón Nacional, en la iglesia de la Santísima Trinidad, recibe en 1875 los restos de Francisco Rodríguez del Toro, Ezequiel Zamora, José Gregorio Monagas, Manuel Ezequiel Bruzual y Juan Crisóstomo Falcón; al año siguiente son trasladados los del Libertador y los de Luisa Cáceres de Arismendi, primera mujer en ocupar un lugar en el panteón de los héroes. 

El Puente Regeneración o Puente Hierro (1875), los baños de Macuto (1877), diversos paseos y plazas y las estatuas del “Ilustre Americano” –no hay plaza sin estatuas–, simbolizan el urbanismo guzmancista, aunque los caraqueños se burlan y les dan nombres jocosos. La ecuestre de la plaza de la Ley, frente al Capitolio, es “El Saludante” y la pedestre del Paseo Guzmán Blanco en El Calvario, por donde pasa el acueducto también llamado Guzmán Blanco, es “El Manganzón”. En el también refaccionado Teatro Caracas, los grupos cultos asisten a la ópera, espectáculo que suele acompañar las celebraciones oficiales, como la del 27 de abril de 1873 cuando la familia presidencial asiste al estreno de la ópera Virginia, con música del venezolano José Ángel Montero.


Nadie como yo

Aunque disfruta mejor la vida en Caracas, tanto las exigencias de la guerra como las de la paz llevan a Antonio Guzmán Blanco por distintas localidades del interior y, como revela su correspondencia personal, está consciente de que el país no solo no termina sino que ni siquiera empieza en Caracas.

Desde Cúa escribe a su esposa en agosto de 1875: “El entusiasmo de estos pueblos crece de día en día en la proporción de los caminos que les hago, del número de escuelas que les disemino y de la seguridad, la libertad y bienestar de que los he rodeado”. En cinco años de gobierno la pacificación y las obras públicas resumen un balance positivo. Pero no lo presenta como la obra de un gobierno, que supone una estructura de poder compartido, sino como la suya personal: “les hago”, “les disemino”, “los he rodeado”. Esa arrogancia, ese método de gobernar ignorando a sus colaboradores, provoca resentimientos que no tardan en aflorar. Cumplido su mandato de dos años, como lo establece la Constitución de 1874, las elecciones dan como ganador a Francisco Linares Alcántara en febrero de 1877, y en el mismo mes Guzmán y su familia se marchan a Europa. Linares es hombre de su confianza pero no lo será por mucho tiempo; tan pronto como Guzmán se aleja, la reacción antiguzmancista se manifiesta en la reversión de gran parte de su actuación, en la suspensión del pago de la deuda y, como símbolo del rechazo, en la demolición de sus estatuas. No tarda el círculo guzmancista en organizar otro movimiento: la “Revolución Reivindicadora”, que estalla en diciembre de 1878. Para entonces la muerte de Linares Alcántara (30-11-1878) ya ha debilitado a los antiguzmancistas.

En febrero de 1879 Guzmán Blanco está de regreso en Caracas y se dispone a organizar el gobierno del Quinquenio.


Una relación contradictoria

El conflicto con la Iglesia se origina en un incidente, tal vez más por una precipitada reacción resultante de antagonismos personales que por un fuerte anticlericalismo doctrinario. No existe conflicto con las autoridades religiosas en septiembre de 1870, cuando el arzobispo de Caracas, Silvestre Guevara y Lira, pide amnistía para los perseguidos políticos ante la solicitud de oficiar un tedeum por una reciente victoria militar del gobierno. El solicitante, Diego Bautista Urbaneja, ministro del Interior, considera ofensiva tal propuesta y ordena su expulsión del país. Guzmán, ausente de Caracas, niega responsabilidad sobre la decisión, pero las relaciones con la Iglesia quedan tensas por el resto del período.

A todo ello se suman resoluciones en perjuicio de los intereses de la Iglesia: la redención de censos eclesiásticos con bonos de deuda pública, la abolición de los diezmos y la prohibición de venta de los bienes de comunidades, la expropiación de propiedades conventuales, la extinción del seminario eclesiástico, la obligatoriedad del registro civil de los nacimientos, matrimonios y defunciones, la secularización de los cementerios, entre otras. Liberal y masón, Guzmán tiene un pensamiento laico que la Iglesia no ve con buenos ojos, pero como prueba de que no oculta un plan contra la Iglesia, se cita la construcción de templos que ocupan lugar destacado en la arquitectura caraqueña: la basílica de Santa Ana-Santa Teresa y la Santa Capilla.


Ramón Bolet, cronista gráfico del siglo XIX

Ramón Bolet (Caracas, 1836-1876) produjo una de las más prolíficas obras que se conozca de autor venezolano alguno del siglo XIX, aunque solo una muy pequeña parte de ella logró salvarse para la posteridad. El excepcional valor documental de su obra nos brinda informaciones visuales de gran riqueza sobre lo que era la Venezuela en la década de 1850 y hasta mediados de los años 1870, especialmente en lo que se refiere al paisaje natural y la arquitectura urbana, los temas que más le cautivaron.

Gracias a su trabajo, hoy podemos saber cómo fueron, a mediados del siglo XIX, esos imponentes monumentos históricos de Caracas, Valencia y otras ciudades venezolanas que el artista dibujó cuidadosamente y con minuciosa exactitud en sus memorables estampas.

Viajero incansable, nos dejó como legado un arte prodigioso en el que predominan las visiones de calles, plazas, marinas, personajes, iglesias, palacios, puentes, de Caracas, Valencia, Puerto Cabello, La Guaira, Cumaná, San Cristóbal o Ciudad Bolívar. Sus dibujos de las cuevas visitadas por él en compañía de James Mudie Spence y publicadas en The Land of Bolivar, revisten enorme interés para los espeleólogos. Son imágenes tan precisas, descriptivas y rigurosas como las que décadas después comenzaron a producirse mecánicamente gracias a la llegada de la fotografía.

Sin lugar a dudas fue el gran cronista gráfico de Venezuela durante la segunda mitad del siglo XIX.

miércoles, 21 de abril de 2021

Venezuela federal 1858 - 1870


El cuero comienza a secarse

Hasta el momento en que comienza la Guerra Federal, el proceso político venezolano, a pesar de su intensidad, no ha logrado hacer que la república se reconozca en sus leyes e instituciones. El sistema centro-federal es falseado y en lugar de consolidarse, pierde vigencia paulatinamente. Las ordenanzas de policía son inoperantes para recomponer el equilibrio social; la subordinación a la convivencia pacífica se ha relajado. La anarquía asoma por todas partes, mientras los motines y alzamientos permiten muchas impunidades. En los llanos, los peones cambian el trabajo por el abigeato –robo de ganado– y los jueces no proceden al castigo por temor a las represalias o porque están en connivencia con los ladrones. Partidas de salteadores cruzan el país en todas las direcciones, y asaltan viajeros en los caminos, los hatos y hasta en los pueblos.

En este clima de inestabilidad, una baja en los precios de los productos de exportación incide en las ganancias de los productores, lo que a su vez afecta las importaciones y disminuye las rentas aduanales que son, para el momento, la base de los recursos fiscales. La ejecución de hipotecas y el remate de bienes alimenta dramas y tragedias familiares.

El gobierno de la “Fusión”, en manos de un grupo de liberales y conservadores con Julián Castro a la cabeza, considera que la crisis puede resolverse con la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Esta se convoca y redacta, en 1858, una constitución que gusta solo a sus redactores.

El único motivo que une a la clase política es el derrocamiento de los Monagas. Pronto los liberales vuelven a su objetivo esencial: tomar el poder. Para ello comienzan a conspirar contra el Gobierno y buscan apoyo en las escuadras de Francia y Gran Bretaña, que bloquean La Guaira y Puerto Cabello como secuela del Protocolo Urrutia, que le daba protección diplomática a la familia Monagas. Descubiertos sus manejos, son expulsados del país Juan Crisóstomo Falcón –promotor de la federación desde las Antillas–, Ezequiel Zamora, Antonio Leocadio Guzmán y, más tarde, Napoleón Sebastián Arteaga, Rafael Urdaneta hijo y Antonio Guzmán Blanco.

Falcón, desterrado en Curazao, se traslada a Saint Thomas. Allí presencia los homenajes que se rinden a Páez a su vuelta a Venezuela por invitación de los conservadores en el gobierno.


Motivos federales

La guerra ya es un hecho. Tras la ocupación de Coro el 20 de febrero de 1859, el comandante Tirso Salaverría expone los motivos que conducen a declarar la guerra contra el Gobierno y luchar por “la santa causa de la federación”. Los motivos del alzamiento, según lo expone en su proclama, son de carácter político: la Revolución de marzo ha sido falseada y solo ha servido para entronizar en el poder a una minoría; asimismo, ha desatado persecuciones y proscripciones indefinidas.

Las elecciones para la Convención de Valencia han sido un escarnio y el resultado de la asamblea es una nueva constitución centralista.

El primer acto de la revolución fue apoderarse de las armas de Coro en ausencia del gobernador. La fórmula del mejor gobierno, dice Salaverría, es la organización de Venezuela en República Federal.

El 22 de febrero llega Zamora y se encarga del mando, organiza el ejército y el 7 de marzo de 1859 emite una proclama dirigida a este y a la Armada. Federación y paz es la consigna contra el gobierno de Julián Castro.

Juan Crisóstomo Falcón, refugiado en Saint Thomas desde el fracaso del movimiento de La Galipanada en diciembre de 1858, es invitado a unirse a la revolución. Al pisar el territorio venezolano lanza su proclama en Palma Sola, el 2 de julio de 1859. Allí confiesa sus propósitos de reivindicar el derecho de las mayorías a elaborar sus propias leyes y denuncia el empeño de los gobernantes en usurparle la soberanía al pueblo como causa de la guerra. Recuerda al heroico ejército federal y rinde homenaje a Zamora. Piensa complementar la fuerza material de la revolución con su autoridad moral.

Juan Antonio Sotillo invade por Oriente, mientras otros se sublevan en distintas poblaciones.

El Gobierno no había medido la magnitud de la insurrección hasta que las operaciones de Barinas revelan “una profunda y temible verdad; que la guerra es duradera”.



Centralismo: "causa del mal"

En 1860 Venezuela es un país segmentado entre los federalistas, con su amplio movimiento insurreccional, y los centralistas, con su reducido marco de acción política. La anarquía parece incontrolable y la paz un sueño.

En este contexto asume la presidencia Manuel Felipe Tovar, quien durante la gestión provisional de Julián Castro ha ejercido tanto la vicepresidencia interina como la presidencia –en calidad de encargado–, en dos oportunidades. Tovar representa la tendencia civilista y estima que solo un gobernante de esta condición es capaz de equilibrar las fuerzas desintegradoras que minan a Venezuela.

En el breve gobierno conservador de Tovar se legisla sobre economía: bancos, empréstitos, crédito público e importaciones de alimentos. Sin embargo, estas medidas repercuten escasamente en la ansiada estabilidad política. Los conservadores se fraccionan en dos grupos: los constitucionalistas adeptos a Tovar y los dictatoriales partidarios de Páez, y liderados por Pedro José Rojas. La prensa contribuye a la confusión de aquellos días. La presión de las agudas críticas que el paecismo hace al régimen y la conspiración militar en ciernes, llevan a Tovar a renunciar el 18 de mayo de 1861. Lo sustituye el vicepresidente Pedro Gual. Los tres meses del gobierno de Gual transcurren en medio de una creciente inestabilidad política. Con miras a mejorar la situación, nombra a Páez jefe del ejército y así le facilita el acceso al poder. En el forcejeo por el mando, en septiembre de 1861 el coronel José Echezuría destituye y apresa a Gual y proclama la dictadura de Páez. La consigna divulgada por El Independiente, periódico de Pedro José Rojas, es determinante: “Quintero es la guerra, Páez es la paz”, en claro rechazo al posible ejercicio del poder por Ángel Quintero.

El 5 de septiembre Páez entra en Caracas y el 10 es nombrado jefe supremo civil y militar de la república. Se instaura la dictadura. Con particular empeño se dedica a negociar la paz con los federales, aunque los primeros avances en tal sentido fracasan. Para entonces estos han ganado terreno y seguidores, incluso entre las tropas gubernamentales. Varios caudillos aparecen en escena; algunos con gran ascendiente regional, como José Tadeo Monagas. El control de la dictadura se limita a la quinta parte del país.

En abril de 1863 el ejército federal del centro, comandado por Guzmán Blanco, se acerca a Caracas; el término de la guerra es perentorio y Páez se apresta a lograrlo.

 

Santos principios


Al comenzar la revolución en Coro, en 1859, Zamora se encarga de nombrar un gobierno general de la federación compuesto por cinco miembros. La jurisdicción del “nuevo” estado comprende las provincias de Portuguesa, Barinas y Apure. En la primera, Zamora ha mantenido un liderazgo desde la década anterior como funcionario del gobierno de José Tadeo Monagas.

En el puro estilo federal, esta nueva entidad se constituye como estado políticamente independiente y se asume como una de las unidades políticas de Venezuela. Defiende su independencia administrativa y respeta la integridad de la nación federal. Asume el Poder Ejecutivo mientras las elecciones designan a los poderes públicos. Sus atribuciones son: 1) Relaciones Exteriores, 2) Ejército y Armada, 3) Crédito Público, 4) Aduanas, 5) Pesos y Ley de la Moneda, 6) Pabellón y Escudo, 7) Servicio de Correos, y 8) Patronato Eclesiástico. Se convocará una asamblea que dicte la Constitución.

Los principios o garantías que rigen el Estado son: abolición de la pena de muerte; libertad de prensa, de tránsito, de asociación, de representación e industria; prohibición de la esclavitud; inviolabilidad del domicilio, la correspondencia y la propiedad; derecho a la asistencia pública, libertad, igualdad y seguridad.

Aunque más estable que en oriente, el estado de occidente durante cinco años solo conoce la zozobra. Coro, donde surgió el movimiento revolucionario, es retomada por las tropas del Gobierno central y recuperada una vez más por los federales. Barinas, Guanare y San Carlos casi “desaparecen bajo las llamas”. Vuelven a repetirse las escenas emigratorias de la población. Pero de las cenizas de los pueblos surgen los agasajos para los ejércitos triunfantes: repiques de campanas, comilonas y parrandas les dan la bienvenida.


¡Vienen los federales!


La Guerra Federal, guerra larga o “guerra brava” se libra en gran parte del país. Al grito de ¡Viva la Federación! ¡Abajo el gobierno!, los estallidos insurreccionales se suceden sin tregua a mediados de 1858. En respuesta a los agravios que han sufrido, en los valles de Aragua se alzan en armas Zoilo Medrano y Jesús González, “El Agachao”; luego Salaverría en Coro. Lo que sigue es la aparición de una diversidad de caudillos locales, quienes con sus ejércitos particulares se levantan contra el gobierno.

En la provincia de Barcelona, los hijos de Juan Antonio Sotillo recorren las poblaciones de Santa Rosa, Santa Ana, San Joaquín y Chamariapa proclamando la Federación. El coronel José Eusebio Acosta es el jefe principal de los federales en las provincias de Cumaná y Maturín; en oriente actúa también Julio Monagas.

Las provincias de Barinas, Apure, Coro y Portuguesa son los reductos más importantes; Pedro Manuel Rojas acciona en la primera y Ezequiel Zamora, a quien el Concejo Municipal de Barinas otorga el título de “Valiente Ciudadano”, ocupa la plaza militar. La causa federal irradia a Guanare, Guanarito, Araure y pueblos circunvecinos, donde operan pequeños caudillos; a uno de ellos, Martín Espinoza, Zamora lo hace fusilar por sus crímenes. Barquisimeto, “la llave de occidente”, es ocupada por Falcón.

A su paso por pueblos y ciudades, el ejército federal va engrosando sus filas con campesinos arruinados, libertos, bandoleros y desertores de las tropas del gobierno.

En esta etapa se libran dos grandes encuentros entre federales y constitucionales. En diciembre de 1859, en la batalla de Santa Inés, triunfan los federales; el gobierno pierde más de 800 hombres; muchos de los que se retiran a Barinas perecen en el incendio de los pastos ordenado por Zamora. El 10 de enero de 1860 Ezequiel Zamora –el más popular de los caudillos federales–, es herido mortalmente en el ataque a San Carlos. Falcón continúa el asedio hasta la rendición de la ciudad.

Una nueva concentración de federales ocurre en El Tinaco.

Las fuerzas de Juan Antonio Sotillo y Julio Monagas se suman a las de Falcón. Entre varias estrategias se impone trasladar la campaña a los llanos de Guárico. Del otro lado, el ejército del Gobierno, comandado por León de Febres Cordero, avanza resuelto a enfrentar a los federales. El 17 de febrero, en la sabana de Coplé, estos son derrotados.

Las victorias pírricas de ambos ejércitos inciden en la prolongación de la guerra.


Tratado de Coche: fin de la guerra

En 1863 se enrumban las negociaciones de paz entre la dictadura y los federales, aunque las hostilidades prosiguen en distintas zonas del país. Desde el punto de vista formal, la Guerra Federal concluye el 24 de abril con la firma de un convenimiento entre Guzmán Blanco en nombre de Falcón, jefe del ejército federal, y Pedro José de Rojas, delegado de Páez. El acuerdo es conocido como Convenio o Tratado de Coche por el nombre de la hacienda próxima a Caracas donde se suscribió.

Las condiciones del acuerdo comprenden el reconocimiento de Páez como jefe supremo de la República, la convocatoria de una Asamblea Nacional equilibrada, una mitad de sus miembros elegida por el gobierno y la otra por el general Falcón, y el cese de las hostilidades.

Las objeciones al Convenio no se hicieron esperar. Luego de varios ajustes, el 22 de mayo es ratificado en Caracas por los referidos firmantes. La significación del documento radica en el reconocimiento del triunfo de la federación y en el final de una destructiva contienda civil de grandes proporciones.

Conforme a lo previsto, Páez convoca a la Asamblea, decreta la amnistía general, nombra a Falcón presidente provisional y a Guzmán Blanco vicepresidente. El nuevo mandatario llega a Caracas el 24 de julio; la multitud delira ante sus palabras: “Los elogios que se me prodigan se deben sólo al pueblo. De él son los sacrificios; de él son las virtudes: a él sólo pertenece la gloria. Sólo el pueblo es soberano: ¡Viva la Federación!”

Para dar cumplimiento a los principios doctrinarios anunciados por la federación, el 18 de agosto dicta el Decreto de Garantías, marco legal de una sociedad liberal democrática. El decreto consagra el derecho a la vida, a la libertad, propiedad, igualdad ante la ley, seguridad individual, inviolabilidad del hogar y de la correspondencia, así como libre expresión del pensamiento. Por tanto, se suprime la figura del delito en materia de imprenta, y se eliminan la pena de muerte, el confinamiento y el destierro. Se reconoce el derecho al sufragio para hombres mayores de 18 años y el de asociación pacífica. Todo esclavo que pise el territorio nacional será libre. El funcionario que incumpla el decreto será tratado como “traidor de la patria”.



El Estado liberal

En agosto de 1863, Juan Crisóstomo Falcón, en calidad de presidente provisional, convoca a elecciones para una asamblea constituyente que se reúne por primera vez el 10 de diciembre y cesa en sus funciones en abril del año siguiente, entregando la Constitución federal de 1864. En ella se expresan los principios proclamados por los ideólogos de la revolución en el programa de Saint Thomas de 1858, las bases programáticas del gobierno del estado de Coro de 1859 y el decreto de garantías de 1863.

Como cimiento del Estado liberal, esta Carta Magna intentó solucionar problemas que la independencia había relegado. Al ampliar la esfera de la libertad, se atenuaron las luchas que se suscitaban por este derecho fundamental. Asimismo, ratifica la libertad personal, la abolición de la esclavitud, el respeto por la libertad ajena, la libertad de tránsito, de industria, de pensamiento, de reunión y la seguridad individual.

A medida que se otorga mayor participación política a los ciudadanos y a los estados, la Constitución resuelve muchos problemas que inciden negativamente en la consolidación de las instituciones.

Se garantiza la igualdad de derechos ante la ley; a elegir y ser elegido, con las excepciones que establece la propia Constitución, y se consagra la enseñanza primaria gratuita y obligatoria.

La nación se denomina Estados Unidos de Venezuela y está formada por 20 estados que representan las provincias históricas junto con las creadas después de la independencia. Los estados reproducen el mismo régimen de gobierno de la Unión, es decir, popular, electivo, federal, representativo, alternativo y responsable.

El artículo 13, ordinal 17, de la Constitución establece el equilibrio entre los estados por medio del situado constitucional, ya que “se reserva de las rentas nacionales a los estados que no tienen minas en explotación, la suma anual de veinte mil pesos”.



Caudillos y conspiraciones


El 18 de marzo de 1865 el Congreso proclama a Falcón presidente constitucional de la República. Es electo en el marco de la democrática Constitución federal de 1864. Como designados se nombra a José Desiderio Trías y Antonio Guzmán Blanco. Al empobrecimiento general y a la caótica situación económica, se suma la desarticulación del país, cuadro que no es fácil de solucionar en un período presidencial. Para aumentar las dificultades, la misma Constitución introduce un ingrediente disociador: la facultad de los estados para reunirse –dos o más– y formar uno solo o separarse cuando lo consideren conveniente.

Los legisladores no tomaron en cuenta que el nuevo caudillaje se negaría a perder sus poderes territoriales, lo que causó muchos enfrentamientos e hizo inoperantes los objetivos de la norma constitucional. No obstante, los 20.000 pesos por situado constitucional apaciguaron las ambiciones de los caudillos.

La administración de Falcón batalla con una continua crisis político-constitucional, que muchas veces se expresa en forma bélica. En 1863 el mismo presidente sale a combatir. En Zulia dos caudillos regionales, los generales Venancio Pulgar y Jorge Sutherland, se disputan el poder. En Guayana, Juan Bautista Dalla-Costa da muestras de autonomía administrativa. José Eusebio Acosta invade Maturín y lo anexa a Cumaná. El gobierno de Margarita establece derechos de importación. Los estados Zamora (Barinas) y Portuguesa tienen problemas de integración.

En la práctica, la institucionalización del proyecto de Estado liberal no tiene dirección alguna. El presidente solo permanece esporádicamente en Caracas, la sede del Gobierno, y durante veinte meses viaja a Churuguara y otros pueblos de su estado natal, dejando el poder en manos de delegados. Este vacío pronto encontrará quien lo ocupe. Se conspira por todas partes.

Entre todos los que asedian el poder, el incansable José Tadeo Monagas, de 83 años, reúne a la mayoría de los descontentos y el 25 de junio de 1868 planta en la plaza Mayor de Caracas la bandera azul del liberalismo disidente. La muerte del paladín oriental, el 18 de noviembre, desconcierta al militarismo y divide a los herederos de la hegemonía, Domingo, José Ruperto y José Gregorito. En medio de esta anarquía, el 14 de febrero de 1870 Antonio Guzmán Blanco desembarca por Coro.


Más generales que soldados

El viajero alemán Friedrich Gerstäcker, quien visitó Venezuela en 1868, comenta en su diario uno de los males que le parece haber encontrado en el país: “el actual gobierno, ha producido en cuanto a sanguijuelas, el máximo de los que hasta ahora se conoce, porque el presidente Falcón creó [...] para un ejército de apenas cuatro mil hombres, dos mil (repito, dos mil) generales, los cuales percibían, al menos nominalmente, un cierto sueldo y ocupaban el rango que les correspondía en la sociedad, aunque se tratase generalmente de populacho grosero.”


La federación del caos

La Guerra Federal acelera el proceso de desquiciamiento de la economía del país, resultado de malas administraciones y prácticas nocivas. En las regiones donde se desarrolla la guerra la base agropecuaria se debilita, ya que las cosechas se pierden por falta de brazos y por la quema de los cultivos. La cría experimenta una baja significativa; muchos combates se llevan a cabo en las zonas de actividad pecuaria, lo que supone el sacrificio del ganado para el sostenimiento de los ejércitos y la acción de los cuatreros.

En contraste, en las regiones que se libraron de la guerra prosiguen sin tropiezo las actividades. En los Andes el cultivo del café se extiende y en Guayana el alza de los precios del algodón provocada por la Guerra de Secesión de Estados Unidos, incide en el fomento de su cultivo.

Se agrava la falta de circulante para atender los gastos de guerra y de la administración pública. En 1867 el secretario de Hacienda, Lucio Pulido, renuncia por falta de pago; al siguiente año el Congreso se disuelve por la misma razón. El pago de la deuda y la puesta en marcha de planes diversos se suspenden o retardan. Para aliviar la situación financiera, el Gobierno recurre a los empréstitos, garantizados con los derechos de las aduanas de La Guaira y Puerto Cabello. Los recursos obtenidos con el endeudamiento se reducen por el pago de comisiones, cuotas de amortizaciones o por la especulación de algunos negociadores como Guzmán Blanco.

La práctica de recompensar a los partidarios y amigos es común a federales y centrales. Falcón recibe 100.000 pesos como indemnización por las pérdidas sufridas durante la guerra y otros jefes reciben cantidades proporcionales. En cambio, las tropas obtienen papeletas firmadas por sus jefes para el reclamo de sus sueldos y haberes militares.

El incendio de viviendas y la destrucción de poblaciones, como Barinas y Guanare, son motivo de ruina que modifican el paisaje rural y urbano. Los saqueos, las invasiones de haciendas y las expropiaciones de establecimientos agrarios introducen cambios en la propiedad territorial. Los campesinos se incorporan a las tropas y el desarraigo de sus lugares de origen o trabajo produce el abandono de las faenas agrícolas como medio de subsistencia.

Por incumplimiento del programa liberal de eliminación del latifundio, estos hombres pasan a engrosar, junto con los libertos, grupos de peones mal pagados, desocupados y ociosos, dedicados al pillaje, el desorden y vicios como la embriaguez y el juego. La población activa sufre las cargas impositivas de gobiernos abrumados por el pago de las deudas.

El país experimenta alteraciones demográficas por la pérdida de vidas y los desplazamientos llaneros hacia la zona andina y el exilio.



Más allá de la guerra

A pesar de la guerra, la sociedad venezolana de la época tuvo espacio para otro tipo de manifestaciones.

La entrada a los pueblos de los ejércitos o de los personajes ilustres son motivos suficientes para las veladas patrióticas, donde los infaltables poetas muestran su inspiración honrando a los triunfadores.

El año 1858, dice Osvaldo Larrazábal, “debe ser considerado como el que por razones históricas y, naturalmente cronológicas, marca el inicio –rudimentario si se quiere– de una narrativa consustanciada con la realidad venezolana”.

En 1857 José Heriberto García de Quevedo viene a Venezuela como representante diplomático de España y publica su novela Dos duelos a diez y ocho años de distancia; Guillermo Michelena publica en 1858 Garrastazú; Eduardo Blanco en la novela Vanitas vanitatum, ubicada en la Caracas de la Guerra Federal, describe cómo la población se entrega a diversiones y goces. Blanca de Torrestella de Julio Calcaño, considerada una novela histórica, se publica en 1868. En 1872 el mismo Calcaño inserta en La Revista de Caracas la novela El rey de Tebas, cuya trama se desenvuelve en Maracaibo y refiere un episodio de la Guerra Federal. Un caso muy particular es el de Fermín Toro, quien participa en tareas políticas y literarias. En 1868 Juan Alfonzo publica en La Tertulia su novela de ambiente rural Un drama en Caracas.

Circulan textos de contenido científico tales como El agricultor venezolano (1861) de José A. Díaz, la Revista Científica del Colegio de Ingenieros (1861) y Vargasia (1868), denominada así como homenaje a José María Vargas y publicada por la Sociedad de Ciencias Físicas y Naturales.

Las artes plásticas, en la modalidad del dibujo, tienen cabida en los planteles. En 1860 se mantiene abierta una muestra de pintura. En 1861 Celestino Martínez instala, con su hermano Gerónimo, un estudio fotográfico, y en 1868 es seleccionado para la cátedra de Dibujo de la Academia de Matemáticas.

Entre 1869 y 1870 se activa la Academia de Ciencias Sociales y Bellas Letras; Rafael Seijas, Felipe Larrazábal y Cecilio Acosta se cuentan entre sus miembros.